Jorge Raad


Un correo electrónico enviado desde Cali por un aficionado, importante periodista de la Fiesta Brava, se reproduce íntegramente para leerlo, analizarlo y decidir. ¿Será posible en Caldas? Un relato originado por vivencias en Nápoles, Italia:
El café pendiente
Entramos en un pequeño café, pedimos y nos sentamos en una mesa. Luego entran dos personas:
- Cinco cafés. Dos son para nosotros y tres pendientes.
Pagan los cinco cafés, beben sus dos cafés y se van.
Pregunto:
- ¿Cuáles son esos cafés pendientes?
Me dicen:
- Espera y verás.
Después de un tiempo, vienen tres abogados y piden siete cafés:
- Tres son para nosotros, y cuatro pendientes.
Pagan por siete, se toman los tres y se marchan.
Después un joven pide dos cafés, bebe solo uno, pero paga los dos.
Estamos sentados y, de repente, aparece un hombre vestido muy pobre y pregunta en voz baja:
- ¿Tienen algún café pendiente?
Este tipo de caridad, por primera vez apareció en Nápoles. La gente paga anticipadamente el café a alguien que no puede permitirse el lujo de una taza de café caliente….
Termina el mensaje con esta frase de Shakespeare: Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y gozamos poco por lo mucho que tenemos.
Con seguridad en Colombia hay bellos ejemplos similares. Pretender que esta acción se convierta en un modo habitual de apoyar a quienes por su condición económica no pueden adquirir un tinto en un sitio público, de dueño privado, que permita su ingreso, no es fácil, aunque no imposible. No debe persistir el desdeño con el cual se atiende a quienes no tienen nada más que lo que llevan puesto, casi siempre con desperfectos no por ser de segunda o remendado, sino porque son de desecho.
Hay entidades caldenses que hacen una acción de reconocido compromiso social, y facilitan a quienes no tienen algo lo obtengan sin mayores acciones de mendicidad, y quienes necesitan algo encuentran lo que buscan con amabilidad permanente, ello como la alimentación, el abrigo, el techo temporal, medicamentos, o elementos de estudio, siempre con cariño. Todo gracias a benefactores que prefieren el anonimato, acto doblemente meritorio.
Pero hay personas de un espíritu amplio y de no muchos recursos que son generosas, cuando están en una cafetería o en un restaurante o en cualquier sitio en donde se expenden alimentos y alguien llama desde la puerta, o entra al lugar y pide un tinto, este se le da con delicadeza, pagándolo en la cuenta del parroquiano. No le expelen: ¡Que trabaje! De esta manera no se está lejos del ejemplo de Italia, pero se invierten los hechos: primero se pide y luego se da. Lo ideal es dar primero sin saber quién será el receptor de la obra y luego cada persona obtiene lo que desea, o en caso extremo necesite. ¿Cuántos necesitan con urgencia un tinto o un pintadito y no tienen ni un centavo en sus bolsillos, o si lo tienen no les alcanza?
La felicidad del ser humano consiste en comprender perfectamente lo que tiene, lo que puede esperar, lo que puede recibir y lo que puede dar. Cuando se sale de la línea que le permite entender lo que significa el devenir diario para él, entra en un estado de amargura de la cual es muy difícil salir, esto lo induce a un sentimiento de privación que lo conduce a un resentimiento que mal manejado puede llegar a convertirse en violencia, o en una frustración inhumana.
Para estar de lejos de todas estas acciones, hay que pensar en la equidad. De tal manera que lo mínimo sea recibido por todos y todos contribuyan de una y mil maneras a que todos tengan la equidad que se merecen las personas. ¿Difícil? Sí, pero de nuevo, no imposible. Hay que recordar que caridad no equivale a solidaridad y esta última conduce a la equidad.
Nota: Es de equidad tener un centro asistencial universitario.
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