Luis F. Gómez


Colombia necesita un pacto muy serio, participativo y generoso para salir adelante. Es un hecho el país está en una situación bien interesante de desarrollo, ha logrado establecer unos ejes que pueden ayudarle a que la vida de los colombianos y colombianas sea mucho mejor que en el pasado y que pueda procurar una mayor integralidad. Pero todavía tenemos que ganar terreno en equidad y en reducción de la exclusión.
La primera tarea, se ha venido realizando con mucho cuidado y ha sido la de erradicar la pobreza absoluta, los avances han sido muy buenos y seguramente en los próximos años debemos ganar en inclusión social. El gasto social focalizado ha sido la herramienta. Si bien el expediente del subsidio ha sido efectivo, debe ser transitorio, para asegurar que las familias puedan salir del foso de la exclusión, pero hay que tener sumo cuidado para que no queden atrapadas en una especie de psicología de víctimas, que los condenen a vivir del paternalismo del Estado. A este respecto me parece que la exministra Marta Lucía Ramírez ha punteado un tema que hay que pensarlo a fondo: queremos un país de menesterosos que viven de los subsidios del Estado; o preferimos un país más activo, emprendedor y creativo que genere riqueza. Tal vez hay que estructurar el proceso que lleve a todos a movilizarse finalmente, si bien al inicio algunos requieren de un apoyo especial para que puedan integrarse al sistema. Pero la pregunta de fondo nos debe servir de inspiración.
La segunda tarea es que nos montemos en un proceso realmente sostenible. Y esto no es gratis. Esto tiene sus costos importantes. Ser ecológicamente amigable con la tierra, implica necesariamente muchos esfuerzos. Mucha "efectividad" económica se puede ver entorpecida por la transparencia en el uso de recursos y la manera de manejar los desperdicios. Ya hemos visto cómo el uso de la tierra intensivo en un monocultivo tiene sus problemas, la agenda de la locomotora de la minería también no se puede dejar que camine a todo vapor, dejando un reguero de daños ecológicos, muchos de ellos desafortunadamente irreversibles. La conciencia ciudadana juega un papel muy importante, la veeduría ciudadana puede hacer la diferencia. Por ello, es fundamental que se pase por una lupa muy crítica muchos de los proyectos mineros y agropecuarios que se les estaba vendiendo como el gran milagro para nuestra economía. La sostenibilidad tiene que ser el gran criterio de nuestro desarrollo.
En tercer término, es fundamental que fortalezcamos la educación en forma. No podemos contentarnos con una cobertura educativa maravillosa, hay que ir a la calidad. Y ahí está la gran tarea, cómo impulsar de veras la educación pública. Cómo asegurar el refrigerio y almuerzo de los niños que van a la escuela sin comer. La educación es la gran palanca de la movilidad social. Y allí hay que focalizar esfuerzos públicos y privados. Es triste ver que la negociación de la nueva ley de educación está en pañales. Que la articulación de la política universitaria con la educación básica no llega.
Estos tres temas merecen un gran acuerdo nacional. Pues es necesario que se llegue a unos consensos básicos que permitan una negociación social más fluida en nuestro país. No puede ser aceptable que la justicia esté inmovilizada por un conflicto que tiene años sin resolver. No podemos seguir posponiendo soluciones. Pero hay que concertarlas debidamente, por ello la participación en estos temas nacionales es vital que sea muy abierta y transparente.
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