Cristóbal Trujillo Ramírez


Crece, por estos días, a lo largo y ancho del país, el análisis de la propuesta de aumentar al grado duodécimo la escolaridad del sistema educativo colombiano. Recordemos, amigos lectores, que esta propuesta tuvo su origen en la OCDE ( Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el BM (Banco Mundial); organizaciones que consideran que los jóvenes de Colombia llegan muy jóvenes e inmaduros a la universidad; según estudios referenciados por estas organizaciones, el promedio de edad en Colombia para acceder a estudios de educación superior es de 16 años, comparado con los 18 que es el promedio internacional; estos planteamientos acaban de ser publicados en el documento "Evaluaciones de Políticas Nacionales de Educación: la Educación Superior en Colombia" ; para participar en el debate que lo considero de especial importancia, permítanme hacer algunas consideraciones que espero contribuyan a alimentar las reflexiones que deben servir de insumos para las autoridades políticas y gubernamentales en la toma de esta trascendental decisión.
Lo primero que debo decir es que para todos aquellos defensores de la educación, y particularmente de la escuela pública, tiene que ser un buen suceso el aumentar los tiempos de escolaridad. No en vano los sistemas educativos en el mundo que proporcionan mayores tiempos de escuela a sus estudiantes, han logrado edificar sociedades más desarrolladas, más equitativas y con mejores indicadores en su calidad de vida; no obstante justificar esta intención con el débil argumento de la edad temprana con la que ingresan los jóvenes de Colombia a la universidad, me parece inocuo, trivial y peregrino, además si esa es la gran preocupación, bastaría con dejar los niños más tiempo en casa y autorizar su acceso al sistema educativo sólo hasta los siete años y solucionado el problema.
Adicionalmente, ¿quién nos puede garantizar que la madurez que requiere un estudiante de universidad se logra a los 17, 18 ó 20 años? Es normal encontrarnos con chicos de 16 años con claros criterios de definición profesional, equilibrados en su personalidad y definidos en sus gustos y simpatías; igualmente no es difícil, por no decir común, encontrarnos seres humanos de más de 20 años que navegan en las incertidumbres, transitan por la vaguedad y toman decisiones signadas por la inmadurez y la ausencia de criterio. Considero, entonces, que este debate debe estar articulado al de la pertinencia de la educación en Colombia:¿estudiar para qué?;y en ese sentido debemos reconocer que una de las tantas deficiencias que tiene el sistema educativo colombiano, es la de la orientación profesional y vocacional. Es una desgracia para un estudiante y su familia, que después de haber cursado más de once años de estudio, su futuro académico está en manos de un examen, pero además, de un gran desconocimiento por lo que sigue en su proceso formativo, esto equivale a decir que más de una década de estudio no le ha servido ni siquiera para reconocer aptitudes, habilidades, destrezas y potencialidades. Creo entonces que no se deben aumentar los grados de educación media, lo que se debe hacer es establecer el nivel de educación preuniversitario. El sistema educativo colombiano cuenta, actualmente, con preescolar, básica primaria, básica secundaria, educación media y educación superior.
No se trata de aumentar un año en la educación media para hacer más de los mismo, no se trata de retener más tiempo los estudiantes en el colegio, se trata de llenar un vacío curricular que padece el sistema escolar, el de la orientación vocacional y el perfilamiento profesional; este nivel tendría que dedicarse a la tarea de articulación de la educación media con la superior, intensificar áreas de formación, explorar campos básicos de conocimiento y fortalecer el desarrollo de habilidades para la vida.
Esto haría un sistema educativo más pertinente, que por lo menos acompañe a sus estudiantes a contestarse esa gran pregunta: ¿yo para qué puedo ser útil en el mundo? Además, tendríamos un gran avance en la intervención del fenómeno de la deserción de la educación superior, que anda por el 45,3 % y cuya segunda causa, después de la económica, tiene que ver precisamente, con los jóvenes que no se sienten identificados con el objeto de estudio de la disciplina que cursan.
Tengo también que decir que esta propuesta requiere de recursos económicos importantes para hacerla viable y, que en ese sentido, espero que no sea ésta otra de esas grandes falacias de los organismos multilaterales que exigen a los países sujetos a crédito ampliar coberturas con políticas de disminución de recursos; ya estamos cansados de padecer las nefastas consecuencias de esta política en el sector salud y en el mismo sistema educativo, donde hemos sacrificado la calidad por la búsqueda de tasas universales de cobertura.
Bienvenido, entonces, al sistema educativo colombiano el nivel de educación preuniversitario (grado duodécimo), con propósitos curriculares bien definidos, con asignación adicional de recursos y como una estrategia que fortalezca la pertinencia de la escuela en Colombia.
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