Bernardo Mejía


Definitivamente cada día nuestro país se complica más en materia de movilidad. Tenemos serias dificultades con nuestras vías. Proyectos de importancia como el túnel de La Línea no se han entregado al servicio de la comunidad y no se sabe cuándo estará listo. A la carretera entre Bogotá y Girardot desde hace varios años se le está construyendo una doble calzada y tal como están las cosas, para cuando esté totalmente lista no va servir, porque lo que se necesita no son dos calzadas, sino cuatro.
Afortunadamente no todo es negativo. Hay algunas zonas del país donde se tienen buenas vías. Una parte del Valle del Cauca, se debe excluir el acceso a Buenaventura que no es el requerido para el principal puerto del país; la Costa Atlántica tiene una buena comunicación vial entre Cartagena, Barranquilla y Santa Marta y la construcción de la famosa Autopista del Sol va por buen camino.
Todas estas dificultades con las vías se están dando en un momento en que se tiene un alto ingreso de vehículos públicos y privados -incluyendo tractomulas- que han entrado en los últimos años a circular por las carreteras. Por un lado hay una mayor utilización de las vías de comunicación y por el otro hay un atraso en la malla vial. Cada día viajar entre las ciudades es más difícil y riesgoso. Pero lo más complejo es que el atraso en la malla vial no se da por falta de recursos. Tenemos un alto valor en el combustible, cuya parte de lo que se recibe por este concepto va para al mejoramiento de las vías, y un exceso de peajes en las carreteras.
El problema de la falta de agilidad para la construcción de carreteras se presenta por la cantidad de requisitos y trámites que se deben cumplir para poder construir o mejorar las condiciones de las vías, incluyendo la exigencia de la participación de las comunidades y regiones de los sitios por donde pasan y la complejidad que se tiene para la compra de las franjas necesarias. A esto se deben sumar las dificultades topográficas de nuestro país, y obviamente el alto nivel de corrupción que tenemos.
Pero no solo tenemos problemas para desplazarnos por carretera. Los viajes por vía aérea también están complicados. Por ser este un país netamente centralista, todo se tiene que tramitar en Bogotá, cuidad a la que tienen que viajar permanentemente los funcionarios públicos y privados.
Para atender la demanda del crecimiento del Aeropuerto El Dorado se está remodelando su planta física y se le construyó otra pista; sin embargo, no se ha visto una mejora en la prestación del servicio. Las colas de los aviones en pista para salir, en muchas oportunidades son bastante largas, lo que hace que los tiempos de espera en pista sean excesivamente prolongados, eso para no comentar las dificultades e incomodidades que se tienen en el "puente aéreo". Avianca, nuestra aerolínea emblemática, cuya operación aérea es prácticamente monopólica en Colombia, opera bajo la modalidad de la concesión el puente aéreo, que más que un terminal aéreo parece un hangar.
Las dificultades en El Dorado se dan por la falta de agilidad de los despachadores aéreos, -no se nota ningún beneficio por la construcción de la segunda pista-; por las condiciones climatográficas de Bogotá y por los problemas que presenta Avianca con su parque aéreo, que al parecer el crecimiento de la demanda ha desbordado su capacidad de disponibilidad de aviones. Dice el dicho "mal de muchos consuelo de tontos". El mal servicio de Avianca no solo se presenta en Manizales.
Esta aerolínea, a lo largo de su historia, ha tenido muchas dificultades. Cuando el dueño era el señor Santodomingo poco le faltó para que se quebrara, vino a su rescate el señor Efromovich, persona que se ha mostrado como algo parecido al rey Midas. Empresa o negocio que compra o monta, supuestamente
se vuelve eficiente y rentable. Tanto mostrarse como poderoso y eficiente a nivel nacional, le generó un reclamo muy fuerte por parte de los pilotos de la aerolínea. Ahora estos señores contribuyeron a complicar el panorama laboral del país, al entrar en lo que denominan una "operación reglamento" y se sumaron a la ola de paros que está viviendo el país.
Como decía en un escrito anterior, el país se acostumbró a reclamar por las vías de hecho, y por estas vías los reclamantes están obteniendo mucho más de lo que inicialmente piden. Falta ver qué consiguen los pilotos de Avianca y si El Dorado por fin empieza a operar y a funcionar como los colombianos necesitamos y merecemos.
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