Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
En el fútbol no se garantiza el éxito, pero sí se debe asegurar la responsabilidad al buscarlo. En el caso del Once y las finales, la motivación, la confianza, la reducción de márgenes de error y el compromiso, juegan tarea vital a la hora de pensar en el premio mayor que se disputa.
A esta altura, como es costumbre y lo dice la historia, hay aspirantes al título, pero no campeones del favoritismo. En este último aspecto, el Once Caldas va rezagado en las consideraciones generales por las últimas actuaciones con sus dudas, la irregularidad en el rendimiento de ciertos jugadores y la destructiva tendencia de algunos miembros del cuerpo técnico de ver fantasmas y enemigos dentro del club y del periodismo.
En el 98, el Once lo tenía todo para su segunda estrella, pero chocó con la animadversión perversa del árbitro. En 2003, desconfianza hubo hasta el minuto de cierre, como antesala de su posterior consagración; en 2009 la tarea parecía imposible en Barranquilla, con final para la fiesta; en 2011 el trepidante cierre no tuvo objeciones por la superioridad expuesta, y en el curso actual, como aquellas veces, la inferioridad en las consideraciones públicas, la condición de descarte o equipo añadido, obliga a todos a poner el hombro.
Se pelea contra las dudas propias y contra el sistema. Contra rivales de mejor presente y contra manipulaciones en el pito. El enemigo debe estar afuera y no adentro. Con manejo del vestuario, con lavado interno de los trapos sucios, superando el acoso de los medios, con el rendimiento a tope, se puede soñar con tocar el cielo.
El público quiere un encastado toro blanco y no bailarines indecisos. Quiere revoluciones al tope, quiere un regimiento de varones comprometidos y no un grupo de incompetentes.
Cumplido el objetivo de la clasificación, con un cuadrangular de lujo en lo deportivo y lo económico, llego la hora de que el fútbol fluya para demostrar que el blanco en las finales no es solo un accesorio y menos un equipo sin ambiciones.
PD: ni modo de hablar de aquel fatídico diciembre hace año y medio, cuando el título se esfumó por tantos desaciertos.
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