Luis F. Gómez


Así como con el alcohol y el volante se ha establecido una regla de tolerancia cero, con la corrupción es necesario que hagamos un frente común todos los ciudadanos y ciudadanas: No dejarla pasar por ningún motivo. Esta decisión es una de las mejores estrategias que tenemos para combatir la corrupción: La sanción social y la sanción comercial, además de la penal. No podemos seguir siendo condescendientes con la gente que se está apropiando de lo público para el beneficio propio o de su pequeño grupo.
Según los rankings de Transparencia Internacional estamos en la mitad del camino. En un índice mundial de transparencia, Colombia está en el puesto 94, con 38 puntos (los puntos entre más alto el país es más transparente). Chile está en el puesto 22 bastante por encima del nuestro y con 71 puntos, casi el doble. El país que encabeza los listados es Dinamarca, en el puesto 1º, con 91 puntos sobre 100.
En pocas palabras, en materia de transparencia tenemos mucho que crecer. Hay todavía muchos factores que deben ser trabajados para mejorar. El punto clave del asunto es que en el país, según las encuestas de opinión, hay una percepción de que hay mayor corrupción. En efecto, en los últimos años el Barómetro Global de la Corrupción arroja datos para Colombia de una percepción creciente de corrupción, ha pasado en las tres últimas mediciones de 52% al 58%. Y no es que la corrupción como tal haya crecido necesariamente, pero sí que hay una percepción en ese sentido. Lo que es muy importante, porque ello habla de la intolerancia de la sociedad frente al fenómeno, a la acción positiva que tienen los medios de comunicación al denunciar los casos de corrupción, a las corrientes de opinión que hacen tomar conciencia del problema. Estamos despertando.
En los criterios que nutren los índices de transparencia hay varios en los que hemos echado para atrás en Colombia. En el sistema político por las fragilidades, por la cooptación del Estado por parte de intereses privados y de grupo; por la debilidad institucional que la hace muy permeable a todas las fuerzas oscuras. Igualmente, entre los líderes de opinión hay una percepción creciente de corrupción tanto en el sector público como en el privado.
Una de las prácticas más corrosivas está en la interferencia de los "contactos personales" en la toma de decisiones. Y en Colombia, según los estudios, el 40% de las personas considera que tales "contactos" son muy importantes para lograr hacer las cosas en nuestro medio, y el 26% que son importantes. Es decir, que entre ambos hace casi un 70%. Y esta es la antesala de apropiación de lo público por lo privado. Aquí hay un cambio cultural fuerte por hacer. Y el otro capítulo grande son los sobornos, el 49% de los encuestados señalan que el pago de sobornos es para agilizar trámites y el 36% la única vía para obtener un servicio. Es un Estado realmente mafioso, una organización para sacar adelante ciertos intereses, y en este caso no muy santos.
La corrupción es un cáncer de los recursos oficiales. Como sociedad debemos hacer frente y fuertemente, por ello la invitación es a un bloque de tolerancia cero frente a la corrupción para lograr un cambio cultural de fondo en nuestro medio.
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