María Leonor Velásquez Arango


Quiero comenzar esta columna recordando el titular de este diario el 28 de junio pasado, "Cinco de cada diez escolares de Caldas consumió alcohol en el último mes"; el artículo dice "Caldas presenta la prevalencia más alta del país de consumo de alcohol en el último mes entre menores de 11 a 18 años. Esto indica que pueden tener un consumo habitual, el cual es un problema porque los menores no deberían consumirlo ni siquiera en cantidades moderadas", según la asesora del Ministerio de Salud, Diana Agudelo.
Traigo este tema a propósito del día mundial de la salud mental, hoy 10 de octubre. Tal vez usted tendría la tentación de decir que esta es una campaña más que corresponde a la Organización Mundial de la Salud, los Ministerios y Secretarías de Salud, quienes se encargan de la prevención de riesgos en esta materia o a las instituciones de salud y profesionales que atienden este tipo de enfermedades, o tal vez piense que es un tema para las familias o personas directamente afectadas por enfermedades de tipo psiquiátrico.
En esta columna me he referido al tema de educación desde diferentes enfoques; hoy quiero enfocarlo desde las posibilidades de aprendizaje y desarrollo sano que tiene un niño que empieza a consumir alcohol desde los 11 años ¿Usted cree que no importa y que es un tema aislado? ¿Usted cree que fue un accidente que no volverá a suceder? ¿Usted cree que este niño(a), su hijo(a), su sobrino(a), su nieto(a), está en igualdad de condiciones que otros niños que no lo hacen?
Ese niño(a) y lo que pase con él en los próximos años será el resultado de lo que recibe de cada persona a su alrededor, desde su círculo familiar, sus amigos, sus profesores, sus figuras de autoridad, sus héroes, la sociedad en general. A veces nos preocupamos mucho por la parte académica en la formación y dejamos de lado el cuidado de ese ser humano que más tarde se debería convertir en un ciudadano, esto es un ser responsable de su situación y de lo que genera a su alrededor.
Tenemos una responsabilidad inmensa con lo que hoy sucede con nuestra población infantil; por lo que hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer en cuanto a formación de valores, con un discurso que casi siempre se aleja de nuestro ejemplo en el día a día, con una necesidad de que todo parezca perfecto cuando no lo es, con nuestra dificultad para poner sobre la mesa temas que consideramos tabú, con la creencia que la forma de eliminar los problemas es ‘tapándolos’, con nuestra necesidad de tener una botella de alcohol al frente para que la fiesta se anime.
¿De dónde viene esta necesidad de consumir alcohol que estamos transmitiendo de generación en generación? Dicen que el alcoholismo es una enfermedad y sí, lo es; pero como muchas otras enfermedades, físicas y emocionales, las adicciones son un síntoma, una necesidad de consumir algo que distraiga, anestesie y supla otros vacíos que tenemos en nuestro interior. Consumir -drogas, alcohol, comida, cigarrillo, sexo- sin parar, o trabajar sin límites, es el resultado de una enfermedad más complicada que tiene que ver con vacíos emocionales y espirituales que se van creando a lo largo de la vida y especialmente en la niñez.
No quiero invitarlo a que revise sus propios vacíos, aunque por supuesto sería una posibilidad; pero me gustaría que revisáramos cuáles son esos vacíos emocionales y espirituales que en nuestra sociedad podrían tener que ver con el problema de consumo que hoy padecen nuestros niños, adolescentes, jóvenes y por supuesto adultos.
Si usted me lo permite voy a llamar a las cosas por su nombre. Manizales es una sociedad donde se niegan y esconden las emociones, donde es mala educación ponerse bravo, donde todos ponen ‘cara de ponqué’ aunque por dentro se estén consumiendo; una sociedad donde es mal visto ‘no estar bien’, no tener dinero, no estar a la última moda, no tener el último juguete de tecnología. Y quiero decir que ‘estar bien’ no es ninguna emoción; porque estar bien realmente es permitirnos sentir la emoción que corresponda con la situación que estamos viviendo. Si tenemos un enfermo o ha fallecido un ser querido, estar bien es estar triste; si estamos ante una situación injusta estar bien es sentir rabia; si estamos ante un peligro, estar bien es tener miedo; si nos ganamos la lotería, estar bien es estar contento.
Con relación a los vacíos espirituales, entendiendo por espiritualidad la capacidad de estar conectados -con nosotros, con el otro, con un Ser Superior-, podría decir que el gran pecado en nuestra sociedad es la desconexión inmensa con nuestro ser interior, porque parece que son más importantes las apariencias que lo que llevamos dentro; desconexión con la realidad y el sufrimiento que nos rodean; falta de cuidado por nuestra vida espiritual. Más preocupados por mostrar que por ser, porque otros crean que por que yo me lo crea, por demostrar que por construir.
Si la educación es el punto de partida de nuestro modelo de ciudad y si estamos de acuerdo en que nuestros niños son lo más valioso de la sociedad, podríamos empezar por reconocer que tenemos un problema que podemos abordar como una situación que tiene solución y puede prevenirse; para ello se requiere el compromiso y responsabilidad de cada uno de nosotros como formadores y ejemplo de la sociedad en la que quisiéramos convertirnos, como dijo Gandhi ‘Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo’.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015