Pablo Mejía


Vivimos en el tercer piso de un edificio de trece y mi mujer se aterroriza con los temblores dizque porque si colapsa la edificación, nos cae mucho material encima. A mí no se me pasa por la cabeza semejante desastre, pero como todo es posible, le pregunto si acaso ella cree que los de más arriba se van a salvar por caer sobre nosotros. Cierto que los movimientos de la tierra son muy asustadores, pero mientras sean moderados hasta los agradezco porque alguna vez oí a un científico explicar cómo esos sismos de baja y mediana intensidad liberan energía, lo que evita que se acumulen fuerzas poderosas que pueden llegar a ser muy destructivas.
Nuestra ciudad está localizada en el cinturón de fuego del Pacífico y por ello debemos acostumbrarnos a los movimientos telúricos. Por fortuna se nota que aquí se respetan las normas de construcción sismo resistente, ya que debido a la escasez de terrenos urbanizables hay muchos edificios y a pesar de los continuos remezones, no son comunes los daños de consideración. Las construcciones piratas salen a relucir cuando el movimiento es muy fuerte, como sucedió en Armenia en 1999, donde la destrucción en los barrios populares fue significativa. La razón es que a las casitas de interés social les aumentan dos o tres pisos encima, sin ninguna técnica ni los materiales apropiados, por lo que al primer terremoto se vienen todas al piso.
Otra cosa que le digo a mi mujer, para tratar de concientizarla, es que si nuestro edificio llegase a caer por causa de un temblor prefiero estar adentro, porque supongo que lo mismo le sucederá a un gran porcentaje de la ciudad que va a quedar destruida y la mayoría de nuestros familiares y amigos perecerán sepultados entre las ruinas. Qué tal a nuestra edad quedar con lo que llevamos puesto, sin tener a quién recurrir para que nos socorra y además vernos obligados a empezar de cero. Dios nos libre. Y ese cuento del triángulo de la vida, que recomiendan para que uno se acomode allí y evite morir aplastado por los escombros, tampoco me trama. Porque siento terronera de solo pensar en quedar malherido, aprisionado y en total oscuridad. Cierto que rescatan algunos, pero cuántos sufrirán una horrible agonía para al final morir deshidratados.
Ahora con las predicciones Mayas les ha dado por difundir ideas apocalípticas que muchos en su ignorancia aceptan como verdades irrebatibles, lo que los lleva a tomar medidas tan radicales como el suicidio. Novelas y películas de ficción muestran un mundo invivible en el futuro próximo, mientras muchos documentales hacen suposiciones de lo que puede suceder si ocurriese cualquiera de esos desastres naturales. Por fortuna todas esas pendejadas me resbalan, porque vivo el día y no le gasto un segundo de preocupación a profecías, agüeros, predicciones, conjeturas y demás yerbas.
Lo que no puedo entender es que existan personas que dedican su existencia y recursos económicos a prepararse para cualquier tipo de cataclismo en el planeta. Hay un programa en el canal de televisión National Geographic que muestra esta tendencia y queda uno abismado ante la inversión que hacen, además de simulacros, preparativos, medidas de seguridad y demás planes para enfrentar una de esas supuestas emergencias. Unos le temen a que colapsen las comunicaciones satelitales, otros al choque de un meteorito y el regreso de la edad del hielo, hablan de pestes, guerras nucleares, alteración de los polos magnéticos, hambrunas, crisis económicas y demás catástrofes por el estilo.
Proceden entonces a preparar refugios subterráneos protegidos con puertas blindadas, apertrechados con todo tipo de alimentos y bebidas, medicamentos, sistemas de vigilancia electrónica, prevención para evitar contaminaciones, etc. También disponen de gran cantidad de armas de fuego y municiones, y enseñan a toda la familia a utilizarlas; cada cierto tiempo hacen polígono y hasta los niños disparan fusiles y escopetas. Lo increíble es que puedan ser tan ilusos de pensar que en caso de una hecatombe, unos pocos individuos van a detener hordas de seres desesperados que querrán acceder a sus limitados recursos de supervivencia.
Tengo muy claro que en caso de presentarse una situación de caos y destrucción prefiero sucumbir en la primera tanda, porque no me imagino por ejemplo que caiga un meteorito de grandes proporciones y genere una nube de polvo que no deje ingresar los rayos del sol durante mucho tiempo. Morirán las plantas y la mayoría de los animales, el planeta se congelará y el hombre deberá sobrevivir otra vez como aquellos primeros habitantes de las cavernas. Dios me libre, con lo malo que soy para el frío; fuera de eso a pasar trabajos, luchar a diario por la supervivencia, ver sufrir a los semejantes y enfrentar peligros y penurias.
Qué tal un colapso en las comunicaciones electrónicas y quedar uno con la plata que tiene en el bolsillo (ahora mismo me cogería con veinte mil pesitos). O una peste como las de la edad media que nos haga encerrar a esperar que toque en nuestra puerta. Ni hablar. Sin duda me apunto para viajar de primero y llegar con tiempo al otro toldo a cuadrar caja, que así se evitan peloteras y congestiones; además puedo guardarles puesto en la fila a parientes y amigos. Y hasta me animo a poner una venta de minutos...
Tengo muy claro que en caso de presentarse una situación de caos y destrucción prefiero sucumbir en la primera tanda.
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