Luis F. Molina


En Twitter: @luisfmolina
Estaba más que feliz el fin de semana pasado. El Festival Internacional de Teatro de Manizales había traído a la ciudad una dosis propia de drama, de esos finos, que no requieren políticos desdichados y rapaces tratando de lograr el centro de la esfera, de subir a las malas al escenario a dejarse ver, aunque sea sólo para el ridículo. Para la claridad, en Manizales ocurrió caso tal pero no con irreversibles consecuencias. El circo político también se sumó a la situación, y era de esperarse; hay obras de teatro que demandan la presencia de un bufón.
Qué celos. A mí me hubiera gustado subir al escenario y llevarme los aplausos ajenos, al mejor estilo de Cristina Fernández de Kirchner, maestra de la tragicomedia, quien ahora ya no encuentra qué denigrar de sus compatriotas y por ello la emprendió contra el presidente chileno Sebastián Piñera por sus relaciones previas con la aerolínea LAN. Ahora la moda de la señora del poder argentino es amañar las estadísticas a su favor, pero de ello habrá tiempo, si es que nos dejan.
Esa concluyente última proposición llega luego de la despreocupada cobertura mediática de lo que está por ocurrir en Siria. En este mismo espacio, hace más de un año advertimos que el conflicto sirio iba a llegar a un punto de insostenibilidad que iba a marcar la pauta en la política exterior en Medio Oriente por varios años.
La situación no es ahora distinta y la tolerancia ante tantos vejámenes forjó un gobierno mezquino con protección de aquella anónima oligarquía religiosa de la zona y las ciegas teocracias que rodean en amplio espectro a Siria.
Hay varios puntos que merecen análisis luego de la intervención de Barack Obama el sábado pasado desde los jardines de la Casa Blanca:
Es claro que para EE.UU. el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no tiene contemplación alguna en su política exterior. Obama primero optó por pasarle la pelota al Congreso, como es debido, para que sea el legislativo el que decida si Estados Unidos se ve en la ‘obligación’ de perpetrar un ataque aéreo sobre Siria antes de seguir las instancias del Derecho Internacional.
Siria no significa enteramente un interés cardinal para occidente. Es una verdad que muchos evitan aceptar. La realidad indica que el gobierno de Bashar Al-Assad es una administración corrupta como muchas de la región, pero que no supo enfrentar las protestas y las arengas en contra de sus políticas discriminativas.
No hay estratagemas ni algún plan que sea visible para poder frenar el número diario de muertes. Naciones de distintas latitudes parece que se hubieran quedado frías y estáticas, esperando la dilatación de un conflicto para decidir ya en las postrimerías del mismo algún plan de contingencia.
A largo plazo, Siria no es la nación que más puede sufrir en un posible ataque de Francia y Estados Unidos contra ese país. Israel resultaría lastimado si las amenazas de Irán se hacen realidad, lo que, desde un punto de vista apocalíptico, podría desembocar en una posible guerra entra occidente y Medio Oriente; conflicto que se expandiría a todas las latitudes si las informaciones que se conocen son tan verosímiles como parecen.
La decisión del Nobel de Paz 2009 fue la indicada de acuerdo con los pensamientos ‘libertarios’ de muchos en esa nación. La duda radica ahora en la posición que pueda tomar el Congreso, con una creciente división entre los republicanos por un posible ataque en Siria y sus costos, las dudas de los demócratas y la reprobación estadísticamente medida de más de la mitad de los contribuyentes. Si el Senado o la Cámara de Representantes de EE.UU. niega la resolución de una ofensiva militar sobre Siria, Obama deberá clasificar y guardar sus planes, retroceder los destructores que navegan en el Mediterráneo y buscar una nueva salida.
Pero más allá de condenar a EE.UU. por su posición sobre el conflicto sirio, la indiferencia del resto de naciones es todavía más reprochable. Su interés por reducir el nivel imperante de la confrontación es mínimo y casi inexistente, pero amplio para bloquear cualquier tipo de movimiento que se geste en las Naciones Unidas para dar pronta solución al desangramiento sirio. Es aún más lamentable que haya países que guarden un silencio etéreo, pues su prioridad está en vender armas para alimentar el conflicto.
Un día cualquiera, convulso como estos, el político británico David Lloyd George sabiamente dijo: "Esta guerra, como la que venga después, es una guerra para poner fin a la guerra”. Saquen sus conclusiones, como debe ser.
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