Pbro. Rubén Darío García


Si sientes que hoy tu existencia ha perdido el sentido o el rumbo que le habías trazado, porque experimentas la desilusión o la tristeza al no lograr los proyectos que tenías en mente, a lo mejor porque has descubierto que mendigas afectos, que no logras alcanzar el éxito que te has colocado o te han impuesto desde tu niñez; que no posees el trabajo que soñabas; no has logrado las notas que pretendías en los exámenes, ni la carrera que has deseado; miras tu edad y te descubres con pocas fuerzas y lejos de alcanzar lo que crees que te hará feliz; tus hijos no consiguen agradarte, tu pareja te molesta y ya ni le soportas; tus amigos más cercanos te han abandonado en los momentos más difíciles; no estás contento con el salario que ganas y ha llegado una enfermedad difícil de afrontar; tus padres no te comprenden y quieres huir de casa. Entonces, descubres que estás como en un desierto, hay sequedad, no hay fecundidad, falta el agua…tienes sed de vivir.
En la Palabra de hoy Jesús se acerca a la mujer samaritana y le pide de beber. En aquel tiempo, los judíos no se llevan bien con los samaritanos, son enemigos; además un hombre judío no puede hablar con una mujer a solas. Son las 12 del día, el calor es insoportable y ella ha salido “sola” a tomar agua del pozo. Las mujeres no acostumbraban salir solas, normalmente tomaban el agua en la mañana, muy temprano y en grupo para ayudarse. ¿Por qué la mujer de Samaría ha salido sola y al medio día? La respuesta podría buscarse en su vida. Ella es considerada una pecadora, todos la rechazan y la juzgan porque ha tenido varios maridos. No quiere enfrentar el juicio de los demás, mejor salir sola a la hora en que todos habitualmente están en casa. Es una mujer necesitada de afecto, su vida ha sido un desierto, no ha sido capaz de amar… no es feliz, tiene sed de vivir.
Un buen detalle psicológico para captar la benevolencia del enemigo es acercarse a él en actitud de petición. La humillación que esto supone elimina barreras y predispone para un posible diálogo. Es lo que hace Jesús en esta ocasión. Tiene sed de la “vida de esta mujer”, desea sacarla de su sufrimiento, devolverle la felicidad que ha perdido por ser “engañada”, esto es, buscando amar, se ha encontrado con que ha sido utilizada, traicionada, despreciada. El Maestro le suscita el deseo del cambio de vida: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le habrías pedido a él y él te hubiera dado agua viva… el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed”.
Este tiempo de Cuaresma es privilegiado para que te descubras necesitado o necesitada, para que mires por dentro de ti y enfrentes tu desierto y sequedad. Tienes sed de vivir y el Señor hoy te quiere ofrecer su agua: Él mismo; su amor, su capacidad de ver la vida con otros ojos, ver más. Te ayudará a descubrir lo único necesario para ser verdaderamente feliz. No tengas miedo, Dios te ama profundamente, basta que seas dócil y dejes que Él haga el proyecto que tiene sobre ti: “Hacer Pascua contigo”. Entonces dirás a otros lo que el Señor habrá hecho en ti y muchos llegarán a creer y a encontrarse también ellos con su amor, aquel que se entrega en la Eucaristía: Pan partido para la vida del mundo.
Éxodo 17,3-7; Sal 95 (94), 1-2.6-7ab.7c-9; Romanos 5,1-2.5-8; Juan 4,5-42
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