José Jaramillo


La idea que se tiene de Sancho Panza, el leal compañero de don Quijote de la Mancha, es la de un campesino elemental, iletrado, sumiso y resignado, que dejó a Teresa, su mujer, y a sus hijos, por seguirle los pasos a un chalado que perdió el juicio intoxicado con lecturas de caballería, que relataban las épicas aventuras de señores feudales, que organizaron ejércitos para irse a conquistar la gloria en tierras lejanas. El buen hombre decidió, a su manera, volverse caballero andante, para irse por los caminos de Dios a "deshacer entuertos", rescatar damas cautivas, castigar malandrines e imponer el bien. Se equipó, a tal fin, con un humilde rocín de trabajo, una armadura que rescató de trebejos familiares y desherrumbró, un casco hecho con cartones y reforzado con fierro, cualquier herramienta segadora por espada y una lanza. Y reclutó como escudero y palafrenero al buen Sancho Panza, vecino de su finca, a quien prometió colmar de gloria y de riquezas, para que lo acompañara en su aventura. Caballero en un borrico lerdo y manso, e Ilusionado, Sancho poco a poco se da cuenta de que su amo está completamente loco, y así se lo dice: "Voto a mí, y juro a mí que no tiene vuesa merced, señor don Quijote, cabal juicio". Pero para entonces tanto habían crecido su afecto y lealtad, que le siguió los pasos al iluso caballero, pese a que nunca pudo concertar con él un salario, menos la forma de pago; y en cambio, sí, de todos los desmanes del Caballero Andante salía el pobre Sancho molido a palos; sin contar las hambres que pasaba y las noches que tenía que dormir a la intemperie. No obstante, tales penurias, los interminables recorridos por los caminos de La Mancha, las gentes con la que se cruzaron caballero y escudero y los discursos delirantes del amo, volvieron a Sancho reflexivo, hasta convertirse en "filósofo de la sensatez", como lo llamó el escritor español R.H. Romero Flores, en su libro "Biografía de Sancho Panza", editado en cuarta edición por Castilla-La Mancha, España 2005.
En el prólogo del libro mencionado, Luis González Chamorro dice: "(…) un hombre de lerda apariencia y origen pobre que, favorecido por su innata sensatez, se va alzando paulatinamente hasta los grados de la más inteligente cordura". Y Julián Marías agrega: "A medida que don Quijote se acendra y se depura, Sancho se quijotiza más hondamente (…)".
Iluminado es el discurso con el que don Quijote prepara a su escudero para asumir la gobernación de Barataria, con consejos que les vendrían muy bien a mandatarios de ahora, si leyeran y si hicieran caso. Pero Sancho, después de la experiencia, y haciendo gala de su honradez sin mácula, reconoce: "He ganado el haber conocido que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de ganado". Pero, eso sí, puede afirmar: "Pobre llegué y pobre salgo". A todas esas, don Quijote reconoce los progresos intelectuales de su escudero, cuando le dice: "Cada día, Sancho, te vas haciendo menos simple, y más discreto". Y agrega: "Muy filósofo estás, Sancho, muy a lo discreto hablas; no sé quién te lo enseña". Y razón tiene don Quijote, como lo prueba esta reflexión que Sancho le hace: " (…) entre los extremos de cobarde y temerario está el medio de la valentía; (…) no quiero que huya sin tener para qué, ni que acometa cuando la demasía pide otra cosa". El tema da para mucho, pero el espacio no.
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