‘Prístino, jalonar, sumatoria e imaginario’ son cuatro de las palabras que con mucha frecuencia atraen a ciertos escritores, que las usan sin tener la menor idea de lo que significan. ¿El motivo? Tampoco tengo la menor idea de ello; pero hay otra, ‘ríspido’, muy seductora para el periodista Sergio Muñoz Bata, quien la empleó, aparentemente sin conocer su acepción, en la siguiente frase: "Luego viene el tema más ríspido, convencer a un Congreso intimidado…" (El Tiempo, "Obama aprende del pasado", 22/1/2013). Esto es que con ‘ríspido’ sólo se puede calificar a nuestros prójimos agrios, irritables, ácidos, de mal genio e intratables. En efecto, este adjetivo se formó del latino ‘hispidus’ (velludo, peludo; cara barbuda) y el prefijo ‘re’, y que el diccionario de María Moliner define así: "Aplicado al carácter o a las personas por él, brusco: falto de amabilidad, de mal carácter, malhumorado". ‘Peliaguda, morrocotuda, complicada, difícil, intrincada’ son los adjetivos que califican más apropiadamente la tarea de "convencer a un Congreso intimidado", igualita a la que tienen nuestros pobres representantes en Cuba de ponerse de acuerdo con quienes no tienen la más mínima intención de hacerlo.
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‘Artilugio’ es otro término, según mi criterio, usado muchas veces inapropiadamente, como en el siguiente titular: "Artilugios que marcarán el año" (LA PATRIA, Net, 25/1/2013). Se refiere a aparatos como los siguientes: "la aspiradora robotizada inteligente, un teléfono móvil con Ubuntu, la impresora 3D, la cámara que elige el mejor rostro", etc. Esa palabreja, ‘artilugio’, es la traducción de la inglesa ‘gadget’. Según Noah Webster, se recurría a este vocablo cuando, en un momento determinado, no se podía encontrar o recordar fácilmente el nombre de un artículo, como cuando nosotros, por salir del paso o por ignorancia, le decimos a cualquier cosa ‘cosiánfira’. Más adelante, en el mismo idioma, recibió estos dos significados: "1. Cualquier aparato o dispositivo mecánico pequeño". 2. Cualquier objeto pequeño, especialmente algo relativamente inútil o superfluo". En castellano, su traducción, ‘artilugio’, tiene estos dos significados: "Mecanismo, artefacto, sobre todo si es de cierta complicación (Me viene a la memoria el cubo Rubik, anoto yo). Úsase también en forma despectiva. // 2. Ardid o maña, especialmente cuando forma parte de algún plan para alcanzar un fin. // 3. Herramienta de un oficio". Sin embargo, su primera definición fue ésta: "Disimulo, astucia. // Aparato o mecanismo artificioso, pero endeble y de poca duración". Se formó de las palabras latinas ‘ars’ (arte) y ‘lugere’ (llorar), según Corominas, con el sentido inicial de ‘llanto fingido’. De aquí que su acepción primaria debe ser la de ‘ardid, astucia’. Según todo esto, quien necesite referirse a estos inventos, podría llamarlos ‘aparatos, instrumentos, máquinas, mecanismos electrónicos’, etc. Y si no recuerda ninguno de estos nombres, o no le gusta, dígale ‘una cosiánfira’. Y problema resuelto. En todo caso, no lo llame ‘artilugio’. (Nota: En la cita original, el término ‘Ubuntu’ está escrito con minúscula inicial. Debe ser, parece, con mayúscula, pues se trata de un nombre propio).
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‘Prohibitivo’ y ‘prohibido’ son dos adjetivos distintos: El primero califica algo que ‘prohíbe’ y artículos cuyos precios son inalcanzables para los que, como decía don Rafael Arango Villegas, "deambulamos a debe sobre este mísero mundo". El periodista de El Tiempo, Mauricio Laurens, los confundió, y empleó ‘prohibitivo’ por ‘prohibido’ en la siguiente oración: "Su ‘Imperio de los sentidos’, en 1976, nos arrastró por senderos prohibitivos o emocionantes en donde las manifestaciones del amor desenfrenado…" (24/1/2013). El contexto es claro, puesto que habla de "los senderos prohibidos" en donde se encuentran los "amores desenfrenados". Otra interpretación podría dársele a dicha oración si en esos "senderos" hay ciertos lugares con precios prohibitivos para el bolsillo de la mayoría de sus parroquianos.
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Hay dos locuciones parecidas, pero de construcción diferente: ‘Dado que’ y ‘debido a’. La primera es conjuntiva (por la presencia de la conjunción), y expresa que la oración que dicha locución une a la principal es la causa de lo que se manifiesta en ésta; la segunda es preposicional (por la presencia de la preposición), y expresa también la causa de lo manifestado en su complemento, por ejemplo, "Los representantes del gobierno se levantaron de la mesa de negociación debido a la intransigencia y desfachatez de los guerrilleros". La primera no admite preposición alguna, norma violada por el columnista José E. Mosquera en las siguientes frases: "…solo le han ofrecido timoratamente ayuda logística dado a que saben que lo que pretenden…"; "…tras un triunfo de los islamistas radicales y los Tuareg, dado a que los Tuareg en Níger también luchan…" (LA PATRIA, 18/1/2013). Es evidente en estas muestras que sobra la preposición.
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Mea culpa: En el cuento, "Rosaura y Recaredo", publicado en Papel Salmón el 27 de enero de 2013, escribí: "…ayudado por la escaza luz de una vela de parafina o sebo…". Inexcusable esa desubicada zeta del adjetivo ‘escaso-a’, que no vi, a pesar de las muchas veces que repasé el texto, precisamente, buscándola. Imperdonable, ¡sí, señor!
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Impresentable: La VEINTITRÉS de Manizales.
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