María Leonor Velásquez Arango


¿Alguna vez se ha visto enfrentado a una situación en la que toda la información, conocimiento, habilidades y competencias que le ha costado tanto desarrollar y de las que se siente tan orgulloso(a), parece que no le sirvieran de mucho? Si se identifica con esta pregunta no se preocupe, usted no es el único que siente que a veces el mundo va muy rápido y que los retos son demasiado altos. Tal vez sea hora de explorar otras formas de enfrentar situaciones complejas; puede que la respuesta no esté en los libros, ni en otro posgrado, ni en manos de los expertos.
Hay momentos en los que la complejidad del entorno o los resultados que estamos obteniendo nos hacen pensar en la necesidad de mirar el mundo desde un sitio diferente para abrir nuevas posibilidades, en nuestra vida personal, en nuestra organización y en la comunidad en la que nos movemos. Esto es empezar a recorrer un sendero de aprendizaje en el que probablemente vamos a encontrarnos distintas barreras, diferentes a las típicas; p.ej., falta de dinero, no tener acceso a ciertos círculos, no contar con la capacidad física, barreras raciales y culturales, entre otras; en cambio, aparecerán algunos monstruos desconocidos que denominaremos Enemigos del Aprendizaje que están dentro de nosotros y nos han acompañado durante mucho tiempo.
El primer enemigo que quiero mencionar es la incapacidad de decir ‘No sé’; un enemigo que se va haciendo más fuerte a medida que tenemos más títulos, posiciones y status. ‘Cómo voy a decir no sé si estoy en este cargo porque creen que soy experto en la materia’; ‘Si digo No sé van a pensar que soy incompetente y no debería estar en esta posición’; ‘Decir No sé es como decir que llegué hasta aquí por suerte y no por mi capacidad’. Cuántas veces hemos dicho ‘Yo sé’ cuando no teníamos ni idea de lo que se estaba hablando, pero nos dio pena reconocer nuestra ignorancia; cuántas posibilidades de conocer una forma diferente de hacer las cosas nos hemos perdido por no ser capaces de decir la verdad ‘No sé’. Atrevernos a decir No sé es un acto de valentía que nos permite ponernos un par de anteojos nuevos para ver la realidad, conocer nuevas interpretaciones y ampliar nuestros horizontes.
La incapacidad de decir No sé tiene un nombre que puede ser poco atractivo ‘Arrogancia’; creer o querer que otros crean que tenemos la respuesta correcta para todo. Una postura que, además, genera mucho miedo en quienes nos rodean e impide que otros se acerquen para preguntarnos o manifestar sus inquietudes. Yo me pregunto cuál es la actitud que, desde el sistema educativo y desde los padres de familia, se promueve en los niños y jóvenes. ¿Será que estamos educando para tener todas las respuestas o para abrir caminos hacia el aprendizaje?
Un segundo enemigo que quiero traer es el ‘No tengo tiempo’; un reflejo de una sociedad que nos tiene convencidos que nada es suficiente, que si no vas rápido no lo logras, que tienes que tener resultados ya; y también en ocasiones, una disculpa que nos inventamos cuando no queremos hacer algo; decir ‘sí me interesa’, ‘puedes contar conmigo’ pero no tengo tiempo es una de las grandes mentiras que utilizamos para sacarle el cuerpo a las cosas que están fuera de nuestras prioridades. Nuestra agenda refleja nuestros gustos, nuestros intereses, nuestras prioridades y si no es así, entonces es hora de hacer un cambio y empezar a poner lo que de verdad nos importa en un algún espacio del día. ¿Qué me roba el tiempo? ¿Quién me llena la agenda de cosas urgentes? ¿Dónde queda la tranquilidad, la serenidad, el ocio, el tiempo para la meditación, la reflexión?
Un tercer enemigo que quiero mencionar es la necesidad de ‘Tener Todo Claro’. Nos formaron para tener respuestas, no para hacer preguntas y navegar en la incertidumbre, el caos nos asusta y queremos que todo vuelva rápido a la normalidad. Una gran contradicción cuando por otro lado lo que nos interesa es generar innovación; porque es una de las grandes tendencias del mundo actual, porque es importante para encontrar nuevas soluciones a los problemas de nuestra vida, las empresas y la sociedad. La mala noticia es que antes de la innovación hay que permitirse entrar en el bosque, perderse y dejarse sorprender por las cosas nuevas que empiezan a aparecer. ¿Qué le pasa a usted con la incertidumbre y el caos? ¿Qué tan dispuesto está a soltar el control y navegar en aguas turbulentas? ¿Qué podría pasar si se permite entrar en un territorio nuevo donde no todo está claro?
Por último, aunque no menos importante, quisiera mencionar uno que nos inmoviliza y nos pone como espectadores ante las situaciones complejas ‘Creer que mi acción es irrelevante’. ¿Ha sentido alguna vez que los problemas del mundo son tan complejos que lo que usted haga no va a hacer la diferencia? ¿Dónde terminan las posibilidades del ser humano? ¿Qué pasaría si cada uno de nosotros pensara que su acción tiene sentido y fueran muchas acciones buscando hacer la diferencia? Pero si nos rendimos antes de intentarlo probablemente sea cierto y no logremos generar las soluciones que se requieren para mejorar la realidad en la que vivimos.
Lo quiero dejar, en este tiempo de Navidad que invita a la reflexión, con una decidida propuesta a mirarse al espejo y reconocer cuál es esa forma de pensar que aparece de manera recurrente y que le impide aceptar y valorar otras formas de ver la realidad, de aceptar la diversidad, de aceptar los momentos de caos e incertidumbre. Hacernos conscientes de estos enemigos es un primer paso que nos permitirá encontrar otras formas de abordar el mundo complejo en el que nos movemos.
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