Guillermo O. Sierra


En el foro sobre Ciencia, tecnología e innovación que programó la Asociación de Universidades de Colombia, Ascun, junto con el grupo de universidades privadas de Bogotá (a la que la Universidad de Manizales tiene el honor de pertenecer), durante los días 13 y 14 de septiembre, en la Universidad El Bosque, entre los temas que se pusieron sobre la mesa de conversación con la idea de analizar los caminos que debiéramos construir o seguir para la transformación de la sociedad colombiana y el desarrollo sostenible, hubo uno que llamó especial atención: el de los rankings universitarios.
Una de las conclusiones a las que se llegó y que fue expuesta con total claridad por algunos de los asistentes fue la de que los rangkins universitarios llegaron para quedarse. Pues, seguramente que sí. Pero la pregunta que comparto con muchos directivos e investigadores de las universidades es ¿a partir de dónde, cuál es el parámetro correcto para evaluar el quehacer de una universidad? Desde mi perspectiva aseverar que tal o cual universidad ocupa el puesto 5, el 43, el 128… es un dato de información que realmente no me sirve para hacer comparaciones y evaluaciones del sistema universitario en su conjunto y ni mucho menos de mi propia universidad.
Es bien conocido que en la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (Cmes), realizada en París a mediados del 2009, hubo un consenso general respecto de la necesidad de incentivar procesos de transparencia, evaluación y rendición de cuentas (ésta última muy propia de las públicas), todo como parte de mostrar que en efecto se cumple con un mandato misional que nos hace la sociedad. A partir de ahí, muchos sintieron la necesidad de darle luz verde a construir un sistema de ranking como un medio para evaluar el desempeño de los sistemas, las instituciones y los programas o carreras universitarias.
Con una mirada rápida uno puede pensar que es menester establecer parámetros que les permitan a los ciudadanos (pienso en los jóvenes, pero también en sus padres y familiares) tener mayor conocimiento sobre las características, condiciones, y tipo de universidad. A todos nos gustaría estar en la mejor institución de educación superior. Todos queremos ser felices.
Pero insisto en poner sobre la mesa de discusión el tema de si los rankings universitarios no son realmente un peligro; peligro de homogeneización de la diversidad (virtud tan propia de las universidades) respecto de que debe predominar un cierto tipo de universidad de élite dedicada en cuerpo y alma a la investigación. Por eso, repito la pregunta que hice en mi columna de hace 15 días: ¿Estamos en condiciones, sobre todo las universidades regionales, las chiquitas, de dedicarnos a la investigación? ¿Con qué recursos? Peligro también de que nos evalúen -a las universidades regionales- de manera indiscriminada nuestra forma de administración, nuestra calidad y los resultados que tengamos, partiendo de mediciones de carácter internacional en lo que atañe a la producción científica, sin considerar condiciones particulares o del contexto que habitamos. Y peligro (podría mencionar otros más) porque los rankings no son sistemas de información; corresponden a una simple clasificación jerárquica.
Debo hacer énfasis que no nos da ningún temor ser medidos. Cuando lo somos, entendemos perfectamente que esta herramienta nos ayuda a ver qué deficiencias tenemos, qué debemos corregir; y de lo bueno que hacemos -que es mucho, realmente- cómo lo podemos mejorar. Lo que sí es cierto, es que no me parece que, a pesar de que los rankings llegaron para quedarse, nos dediquemos a trabajar para escalar en su jerarquía; esto, podría ser más mediático que otra cosa; la verdad no recuerdo que los medios muestren interés por nuestras capacidades investigativas, los desarrollos curriculares, las proyecciones o extensiones de nuestras carreras. Debemos reconocer, no obstante el peligro, de que esta industria cultural creada por los medios, de hecho, se convierte en un dato de información decisivo para los padres de familia que leen sin ningún recelo los titulares de prensa.
El escalar en la clasificación de los rankings universitarios no es lo misional nuestro.
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