Alejandro Samper


No basta con los horrores de todos los días. De los barristas asesinos, de los niños que matan niños, de los abusos sexuales, de los conductores borrachos, de los perros malcriados que atacan como si fueran barristas... La frase del escritor Chuck Palahniuk se materializa cada vez que abrimos el periódico: "Ya no quedan héroes; en la vida real, los monstruos vencen". Y cuando se cree que ya este país no podía caer más abajo, siempre están nuestros congresistas y mandatarios para demostrarnos que una vez se toca fondo, siempre se puede escarbar más y seguir bajando.
El presidente Juan Manuel Santos nos sorprendió esta semana premiando la vagabundería del Congreso con un decreto express (el 2170 del 2013) que le otorga a estos personajes una prima especial de servicios que equivale a $7.898.445 mensuales. Un monto superior al que tres semanas antes les había quitado el Consejo de Estado, tras analizar que muchos congresistas recibían subsidios innecesarios. Por ejemplo, personajes como Juan Lozano o Simón Gaviria -residentes en Bogotá- recibían prima de localización de $6 millones, que es un subsidio que se les daba a aquellos representantes (aunque en realidad es a todos) que no viven en la Capital y que deben desplazarse semanalmente a sesionar. Haga de cuenta un subsidio de transporte y vivienda, pero para las corbatas.
El auxilio de transporte para un colombiano promedio es de $70.500 para este año. Pero solo se les da a aquellos que devenguen hasta $1.179.000. Y, por ejemplo, a las personas que lo perdieron todo en la tragedia del barrio Cervantes, la Alcaldía les dio un auxilio de vivienda de $150 mil por solo tres meses.
La decisión del Consejo de Estado les había bajado el salario a $14 millones mensuales, pero antes de que un Juan Manuel Corzo protestara que con eso no alcanzaba a tanquear sus dos camionetas, volvieron y se los ajustaron. Ahora ganan $25 millones. Un periodista de este periódico o de Q’HUBO Manizales se gana eso en todo el año, algunos ganan menos. Trabajan todo el año, sacrifican fines de semana y festivos con sus familias para informar a la comunidad. Y deben tener disponibilidad los 365 días del año.
Nuestros 262 congresistas trabajan seis meses del año, divididos en dos sesiones. Pero les pagamos como si trabajaran todo el año, cuando en realidad no llegan a los 247 días que supuestamente deben sesionar. Por ejemplo, el periodista Alfredo Molano denunció que en el primer semestre de 2013 solo trabajaron doce semanas (y estos parlamentarios solo sesionan de martes a jueves, entonces no laboraron más de 30 días hábiles). Por cada día de trabajo devengaron $3.686.050 (El Espectador, 20 marzo de 2013). Así es muy rico hacerse rico.
Según el portal de internet trabajando.com, el 54.82% de los colombianos vive (sobrevive, pervive) con el salario mínimo que es de $589.500 mensuales. O sea, unos 20 millones de paisanos no alcanzan a ganarse el equivalente a la prima especial de servicios en todo el año (con primas y todo). Y posiblemente trabaja más y haga más por el país que los honorables "congresistas", que ni siquiera están en el 0.33% de colombianos que gana entre 8 y 10 millones de pesos cada mes. Son la minoría de la minoría. Unas pichurrias millonarias que en campaña prometen luchar por la igualdad social.
Estos congresistas tienen la mala leche de que, luego de que el Consejo de Estado les quitó las primas, empezaron una operación tortuga para frenar cualquier proyecto de ley que se fuera a discutir. La reforma a la salud, tema importantísimo, se cayó por falta de quórum. Al referendo para la paz tampoco le caminaron... y así, hasta que el ausentismo se hizo protagonista. Para colmo de males, los que iban se consideraban impedidos por cualquier cosa para discutir cualquier tema. Estoy de acuerdo con ellos: son todos unos impedidos. Solo los motivó a volver a sesionar el Decreto de Santos.
Esta semana unos oyentes de La W radio propusieron acabar el Senado. Dejar de gastar $99.360 millones cada cuatro años en esos sueldos. Un monto que, según dinero.com, alcanzaría para construir cerca de 2 mil 534 viviendas más para el programa de viviendas gratis, indemnizar con $15 millones a 6 mil 624 familias desplazadas por el conflicto armado, financiar el 9% de los gastos de funcionamiento de las 32 instituciones de educación superior oficiales, comprar 255 mil 970 tablets y dotar a todas las escuelas públicas del país. Pero esos congresistas son importantes. Son el engranaje para que el presidente pueda ser reelegido, y al subirles al sueldo les compra su apoyo. Además, detrás de cada congresista hay un gobernador y varios alcaldes; y los representantes a las asambleas departamentales, y los concejales y los ediles, todos trabajando en conseguir votos. O sea electores. Es una pirámide donde los marraneados somos los colombianos.
Pero, cuando apenas superaba todo este golpe, me entero que Arturo Yepes llega de carambola al Senado. Porque hay pícaros con suerte y con hermanos poderosos. Dicen que es un gran tipo, sin embargo me quedo con algo del humorista inglés Douglas Adams: "él es, como suele decirse, muy humano. En otras palabras, es un organismo basado en el carbono, bípedo y descendiente del mono. Pero en lo personal lo encuentro despreciable". Y lo hago extensivo al resto de "honorables congresistas".
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