Bernardo Mejía


Siempre he estado de acuerdo con la elección popular de nuestros gobernantes, aunque a través del tiempo, hemos tenido buenos y malos gobernadores y alcaldes en todos los departamentos y ciudades. En cuanto al desempeño de los alcaldes, el país siempre ha estado expectante de cómo le va al gobernante de Bogotá. En el caso actual, al doctor Petro las cosas no le han salido bien. Bogotá no ha sido afortunada con los últimos gobernantes que ha tenido. El anterior anda en la cárcel y al actual le están promoviendo la revocatoria del mandato.
Ser alcalde de la ciudad donde se vive puede ser el cargo más honorífico que se llega a ostentar. Nada más agradable para una persona que poder trabajar por el bien de la ciudad que lo vio nacer o por la que se ha estado trabajando durante un tiempo. Pero no a todos les va bien. Inicialmente hay que tratar con el sector político. En la mayoría de las oportunidades no se pude llegar a desempañar este importante cargo sin tener en cuenta a los dueños de los votos y cada día son más difíciles de manejar y atender por parte de los gobernantes, los compromisos adquiridos con sus "jefes".
En el caso del alcalde de Bogotá, el doctor Petro tiene varias dificultades. Llegó a la alcaldía gracias a la división entre los dos aspirantes que tenían la mayor opción para ser elegidos. Igualmente, estaba muy poco preparado para desempeñar este cargo, su vida laboral no ha sido propiamente la de un empresario o la de un administrador. Sin hablar de su pasado guerrillero, su actividad ha sido más bien la de un político siempre en la oposición y con interés de llegar a la presidencia de la república. Petro es una de esas personas que se la pasan criticando a todo el mundo. Es una versión del doctor "no". Nada es bueno ni le sirve. Su experiencia como crítico, no le es útil para desempeñar un cargo administrativo, pues no sabe ejecutar.
Nuestra legislación contempla la posibilidad de la revocatoria del mandato cuando un gobernante no sirve, o no cumple con sus promesas de campaña, y eso es lo que están tratando de hacer los bogotanos, es decir, tumbar al alcalde Petro. Pero la figura de la revocatoria del mandato en nuestro país no ha funcionado. Se han presentado 38 casos hasta la fecha y ninguno ha prosperado, y dudo que el caso de Petro sea la excepción. Los bogotanos pueden estar muy aburridos con su gobierno, especialmente con su estilo, pero no creo que consigan los 620 mil votos que se necesitan para poder sacarlo del puesto. Además, si bien se tienen las firmas que se necesitaban para que el trámite continúe, todavía faltan varios pasos por surtir.
Esperemos pues a ver en qué queda esta revocatoria, proceso que me parece muy interesante porque de lograrse, los gobernantes serán más cuidadosos en el desempeño de su mandato y en el cumplimiento de sus promesas de gobierno.
Por lo pronto, nosotros los caldenses nos aprestamos también a vivir nuestro propio proceso electoral, consistente en el nombramiento de un nuevo gobernador que se encargará de terminar el mandato iniciado por el doctor Guido Echeverri. Estos nombramientos a mitad de camino no son los mejores, y menos cuando estamos ad portas de elecciones parlamentarias y presidenciales. Los dueños de los votos, que son los congresistas, están más preocupados por su reelección que por el nombramiento de un gobernador, por lo que nos aprestamos a vivir una campaña fría y aburridora en la que los candidatos, o el candidato, van a tener una campaña corta y prácticamente van a ser elegidos a dedo por los congresistas. Además, el nuevo gobernador va a tener un reducido campo de acción, porque tendrá poco tiempo para gobernar -aunque en un pasado no muy lejano, tuvimos gobernantes que estuvieron en sus cargos en un período de tiempo similar al que le va a tocar al reemplazo del doctor Guido-.
En lo que sí va a tener dificultades el nuevo gobernador será en la capacidad de ejecución de su programa de gobierno. Al doctor Guido, quien deja una imagen de amabilidad y de buenas maneras para desempeñar este cargo, le tocó una administración muy difícil, desde el punto de vista de la poca disponibilidad de recursos que tuvo. Fue tan precaria la situación económica en que encontró a la gobernación, que debió entrar en la Ley 550, es decir, recibió un departamento prácticamente quebrado y con muy poca capacidad de maniobra.
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