Guillermo O. Sierra


Continúan el Ministerio de Educación Nacional y la Asociación colombiana de Universidades, Ascun, propiciando espacios para que las sociedades académicas de este país conversen sobre la educación superior y todo lo que a ella le es pertinente. Algunos, un tanto pesimistas, llegamos a creer que con la retirada de la propuesta de la Reforma de la Ley 30 del Congreso de la República, motivada, entre otras cosas, por los movimientos estudiantiles, hasta ahí iba a llegar el impulso de aprovechar la oportunidad de repensarnos como universidades.
Por fortuna, no ha sido así. Por su lado, un grupo grande de estudiantes -no solamente los que integran la Mane y Fenares- siguen reuniéndose y estudiando cuál es la mejor senda para construir pensamiento superior. Y por el otro, el Gobierno nacional, junto con Ascun, fomenta debates con la pretensión de que se recojan y registren las diversas posturas académicas, científicas y culturales alrededor de lo que sería mejor para este país.
Esta semana, el MEN convocó a los rectores de universidades públicas y privadas a un gran conversatorio en la ciudad de Paipa. Su propósito era pensar la educación superior desde las perspectivas de la equidad, la diversidad, la autonomía, la sostenibilidad, el gobierno, la calidad y la pertinencia. Y desde ayer jueves, en la Universidad El Bosque (Bogotá), Ascun y un grupo de universidades privadas, convocaron al foro Ciencia, tecnología e innovación bajo la premisa fundamental de analizar caminos que permitan la transformación de la sociedad colombiana y la consolidación de un desarrollo humano sostenible. Sobre este particular, esta sociedad académica se dedicó a pensar, entre otros temas, las influencias de las políticas de calidad de la educación superior en la formación doctoral, el sistema de regalías como estrategias fomentadas por el Gobierno Santos, aunadas a los avances en la conocida Locomotora de la innovación. Asimismo se expusieron asuntos como la evaluación de la investigación y sus respectivas clasificaciones de grupos de investigación. Sobre este particular cabe preguntarse si en un país como el nuestro es viable que las instituciones de educación superior nos convirtamos fundamentalmente en universidades de investigación. No lo sé.
Desde mi prejuicio, quizás hubiera convenido invertir el orden de los foros: escuchar en primer lugar a quienes se dedican a pensar la ciencia, la tecnología y la innovación, puesto que al fin y al cabo de aquí es de donde se desprenden las posturas sobre lo que se entiende por pertinencia, autonomía, sostenibilidad, calidad… en las universidades. Las conversaciones en Paipa, arrojaron luces muy importantes, por supuesto, respecto de lo que piensan los directivos de las instituciones de educación superior sobre el rol que éstas deben tener en la construcción de un país más equitativo, solidario, justo e incluyente. No obstante, la discusión central sobre lo misional de las universidades: construcción de pensamiento riguroso, se desvía por discutir asuntos, digamos, más instrumentales (aunque necesarios, claro que sí): que el Gobierno debe apoyar con mayores recursos a las universidades (casi que todo gira en torno a este rubro); que se deberían crear políticas públicas para la investigación; que debería haber mayor interlocución con los sectores empresariales e industriales; que se debería respetar la autonomía de las mismas (en esto hay un consenso unánime en el sentido de que nadie piensa en que puede hacer lo que a bien le parezca, sino que son necesarios el control y la vigilancia, eso sí, de la administración de la educación superior; nadie por fuera de la legalidad); en fin… siento que hay muchos lugares comunes; pero, me parece, que parte del fondo de la discusión, se da si la sociedad académica de este país se sienta a conversar alrededor de la construcción de pensamiento, es decir, del fomento y la consolidación de la ciencia y la tecnología; al fin y al cabo es con éstas que se contribuye con la transformación de este país y en la consolidación de un desarrollo humano sostenible.
Quizás en Manizales, la sociedad académica debería imitar el ejemplo de Ascun y del grupo de universidades privadas de Bogotá: pensar con sumo juicio en que el nivel de nuestra ciencia está articulado al nivel del desarrollo y a la dependencia de la economía que nos soporta, sin dejar de considerar las bases tecnológicas con las que contamos.
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