Alejandro Samper


"Que dos partes que se han estado dando tiros puedan hablar ya es un gran avance", dijo el guerrillero ‘Marcos Calarcá’, sobre los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc. Sin embargo, el rostro del jefe de negociadores del gobierno, Humberto de la Calle Lombana, no reflejó ese "optimismo moderado", del que habló el presidente Juan Manuel Santos cuando se anunciaron dichas negociaciones.
Tras el encuentro con los subversivos en Hurdal (Noruega), De la Calle se vio incómodo en la rueda de prensa. La agenda planeada se la están saboteando ‘Iván Márquez’ y sus compinches. El negociador quiere hacer de esto un proceso rápido y puntual. Las Farc, con su actitud y prosopopeya, mostraron una posición diferente. Quieren añadir temas a la agenda pactada y eliminar otros. Abrieron la puerta para que otros actores participen en las negociaciones, para hacer de ellas una comparsa. Están dilatando las negociaciones como lo hicieron en Casa Verde (1989), en Tlaxcala (1992) y El Caguán (1999).
Como lo mencioné en una columna a la que titulé Negociar con mentirosos, "estos diálogos o acuerdos no llegarán a buen puerto si las Farc no aceptan su realidad. De lo contrario se montará una pantomima, como las que se han montado antes, donde la única que sale fortalecida es la ilegalidad y el Estado queda sin legitimidad". El mismo ‘Iván Márquez’ lo dijo el jueves: "la mentira no conduce a una paz verdadera". Sus actos y sus discursos, sin embargo, muestran que siguen viviendo en el engaño.
Su discurso revolucionario anacrónico, ya pocos lo creen. Eso de "somos una fuerza beligerante" suena tonto, sobre todo viniendo de tipos como ‘Iván Márquez’, ‘Andrés París’, ‘Marcos Calarcá, ‘Jesús Santrich’ o ‘Rodrigo Granda’. Estos no han agarrado un fusil en años, mucho menos el estar caminando el monte. ‘Santrich’, por ejemplo, se parece más al concursante que ganó el concurso Yo me llamo imitando a Rafael Orozco, que a un guerrillero.
Si mueven masas serán las de sus abdómenes. Estos gordos hablan de igualdad social, cuando sus tropas aguantan hambre, están lejos de sus familias y tienen que acudir al secuestro y reclutamiento obligatorio de menores, porque ya nadie cree en las políticas farianas. Bueno, no todos. Ahí está la holandesa Tanja Nijmeier, que se les unió por querer ser una ‘Che’ Guevara europea. Una imitadora. Como Yo me llamo... ‘Jesús Santrich’.
‘Iván Márquez’ critica los Tratados de Libre Comercio y la inversión extranjera en el país. Debe sufrir de Alzheimer este personaje, pues las Farc son una de las empresas (ilegal, pero a fin de cuentas empresa) que más plata ingresa al país, producto del narcotráfico con los carteles extranjeros. ¡Hasta astilleros clandestinos de submarinos tienen!
Dice que "la locomotora minero-energética es como un demonio de destrucción socioambiental", cuando es la minería ilegal, como la que ellos practican en la Orinoquía y el Amazonas, la que más destruye los ecosistemas y las comunidades que están allí.
Criticó las reformas agrarias del Estado y cómo esas políticas han alejado a los campesinos de sus tierras. Seguro olvidó este guerrillero, que las Farc han desplazado comunidades enteras de las zonas rurales para apropiarse de sus terrenos. O que los han obligado -a punta de fusil- a cambiar sus cultivos de pancoger para reemplazarlos por hoja de coca.
Y decir que "Nosotros no hemos cometido crímenes contra el pueblo", como lo hizo ‘Santrich’, no es solo una muestra de soberbia. También lo es de locura.
Comparto entonces la cara de Humberto de la Calle. El interés del gobierno de sentarse a dialogar con ellos y negociar esos cinco puntos (Desarrollo agrario, participación política, fin del conflicto, drogas ilícitas y víctimas), es el punto de partida para que las Farc -como sucedió con el M-19- se transformen en partido político. Sin embargo, y como escribió Antonio Navarro Wolf en El Tiempo (No. 35750): "Pretender imponer las ideas políticas en una negociación de paz es una ilusión".
La guerrilla, en sus declaraciones del jueves, volvieron a mostrar que no tienen intereses en aceptar su realidad y lo que son: un grupo narcoterrorista. Están tan ciegos como ‘Jesús Santrich’.
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