José Jaramillo


Las oportunidades favorables hay que aprovecharlas, porque no se sabe si vuelvan a presentarse. Y el que hace uso de tal privilegio puede ser oportuno u oportunista. El segundo término es peyorativo y se refiere a quien se aprovecha de los males ajenos para sacarles provecho. Lo que no necesariamente es malo. Por ejemplo: Un empresario muy exitoso, a quien, además, le gustaba la política y era ferviente liberal, tenía la sede de sus negocios en Cali. De esta historia hace muchos años, para que se entienda la magnitud de las cifras que van a mencionarse. El único periódico liberal que había en la Sultana del Valle estaba quebrado y el propietario no tenía más salida que venderlo. El empresario de marras mandó a alguien a preguntar cuánto estaba pidiendo. "Seis millones de pesos", fue la respuesta. Cualquier día se presentó donde el dueño del diario con un maletín en la mano y le dijo: "Ahí hay tres millones en efectivo. Eso le doy por el periódico, a puerta cerrada, para que salga de problemas. No tengo más, pero yo no quiero que el único vocero del liberalismo que hay en el Valle se acabe". Al otro, a la vista de los billetes, se le pusieron los ojos como un dos de oros y por su mente pasaron en una exhalación todos los problemas que podía solucionar con ellos. Además, nadie hasta ese momento le había preguntado siquiera cuánto pedía por su periódico. "Es suyo", le dijo, sin vacilaciones. El nuevo dueño puso a todas las empresas en las que tenía influencia a que pautaran en el diario de su propiedad, el balance comercial dio la vuelta con excelentes resultados y a los seis meses lo vendió por diez millones. "La plata manda", es un dicho que jamás perderá vigencia. No es que "todo lo del pobre sea robado", sino que el rico tiene la oportunidad de ponerles a sus bienes el precio que le dé la gana y esperar, sin afán, a que alguien los compre por lo que él dice. En cambio, "la necesidad tiene cara de perro" y un quebrado tiene que vender lo que tiene por lo que le den, antes de que lo rematen los acreedores, o se enloquezca con la pensadera y los desvelos.
Lo anterior puede aplicarse a los países en crisis y a sus "benefactores" ricos, que esperan con paciencia benedictina a que el otro toque fondo, para "solucionarle" sus problemas comprándole sus más preciados bienes a precio de quema. Más pronto de lo que se piensa, porque el problema va para largo, se tendrán noticias de que empresarios alemanes se quedaron con bancos, aseguradoras, manufactureras de bienes durables y almacenes de cadena de España, Irlanda, Portugal y Grecia, entre otros, para que los dueños puedan pagarles a sus Estados los impuestos que les deben; y los gobiernos, a su vez, tapen los rotos fiscales que tienen. Lo anterior, sin pensar en la posibilidad de que no haya otra salida que vender territorio y monumentos emblemáticos, para solventar el despilfarro de gobiernos sucesivos, que se dedicaron a ganar elecciones con votos comprados a debe. Qué tal que se lleguen a ver guías alemanas, pechugonas, de ojos azules y con mínimos pantaloncitos calientes, mostrándoles a los turistas, además de sus encantos, ¡el Partenón!, con propagandas de cerveza alemana en la fachada.
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