José Jaramillo


Como "la costumbre hace ley", hay cosas que no tienen lógica, o que pueden ser molestas u ofensivas para determinadas personas o grupos humanos, pero que se incrustan en la cotidianidad y hacen carrera, hasta convertirse en algo natural.
Hace pocos días una dama afrodescendiente, de origen chocoano, quien fue Ministra de Cultura en el gobierno del expresidente Uribe, reclamaba (y con razón) porque cuando algo iba a salir mal se decía que "la cosa se va a poner negra". Igualmente se dice que "negro ni el buey, porque en la noche se pierde" o que "negro ni el teléfono". Además, el que duerme mal dice que "pasó una noche negra". O si le va mal en los negocios se queja de que "tiene una suerte negra". Cuando amaga lluvia se dice que el cielo está negro, cuando en realidad el color es azul, o gris, oscuro. Si algún dirigente o líder social de rasgos morenos comete un error, un delito o cualquiera otra infracción, "negro tenía que ser", es lo primero que se escucha. Y eso que en Colombia estamos en un ambiente pluralista, donde se supone que no hay discriminaciones raciales (al menos esa es la letra de la Ley). En Estados Unidos, especialmente en algunos estados del sur, y en los países más septentrionales de Europa, ahí sí es cierto que los negros la tienen que ver negra en todo, desde entrar a un restaurante hasta abordar el transporte público, por más que las Naciones Unidas y las constituciones políticas de los países digan que "nadie puede ser discriminado por razones de raza, sexo o religión".
Igualmente, una señora amiga que está pasadita de kilos, me reclamó cuando dije que alguien me "caía gordo". ¿Por qué, dijo, lo que a la gente no le gusta le cae gordo? ¿Es que los gordos somos el símbolo de lo desagradable y fastidioso? Si alguien tiene una respuesta acertada, le ruego que venga en mi ayuda, porque no supe qué contestarle. Los argumentos que intenté fueron fallidos. Y como la amiga insistía en sus airadas protestas, se puso pesada y, ahí sí, de verdad, comenzó a caerme gorda.
Algo parecido sucede con la izquierda, que es discriminada en política por revoltosa y para la urbanidad del señor Carreño todo lo que se haga con la mano izquierda es mala educación. Las religiones ubican a los buenos "a la diestra de Dios Padre" y a los malos a la izquierda. De los ladrones que crucificaron con Jesucristo, el malo era el de la izquierda. En el parlamento inglés, los nobles se ubican a la derecha del recinto y quienes representan a la gleba ocupan el lado izquierdo. En los oscuros tiempos de "la letra con sangre entra", a los zurdos les amarraban la mano izquierda a la espalda, para obligarlos a escribir con la derecha. Y si en la mesa se coge el tenedor con la mano izquierda para llevarse el pedazo de carne a la boca, es un acto que merece por lo menos miradas de desagrado, para hacer caso de una norma impuesta desde tiempos inmemoriales, sin ninguna explicación lógica. "Porque sí y punto", como dicen las señoras para terminar una discusión con el marido, cuando se les agotan los argumentos.
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