Mario César Otálvaro


Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Que el Once Caldas fue el gran equipo de la segunda vuelta (invento periodístico porque el torneo se juega a una sola), no se puede discutir, aunque lo correcto es decir que fue el de mejor remate, y que llega con aire a los cuadrangulares.
El papel facilista de analistas etéreos, los pone ahora en plan de defensores de oficio de una labor bastante discutible, falseada por cifras ambiguas, logradas sobre rivales en desgracia en un campeonato irregular alimentado por hechos insólitos.
Como que Nacional por ejemplo, con todo su músculo financiero, brillante nómina y excelente conducción, cierre campaña cayendo en casa ante el colero Cúcuta, por fuera de la suramericana que era su objetivo central, y con 7 partidos consecutivos sin ganar.
O que Independiente Santa fe, otro de los aspirantes serios al título, pierda en seguidilla frente a eliminados como Cúcuta y Huila, este último en Bogotá, o que el Medellín vaya a jugar una final en Barranquilla, y a los 12 minutos ya esté abajo 2 a 0.
Y ni hablar de Quindío y Cúcuta que fueron una murga durante todo el año, pero que se acordaron de vencer cuando tenían el agua al cuello, en clara demostración de que cuentan con jugadores que solo responden al estímulo económico.
O que tal las autoridades de Tunja que privilegiaron un concierto y sacaron a Patriotas de su estadio en el choque clave por la clasificación, signo inequívoco de la nula colaboración de las administraciones locales con los clubes, que son propiedad privada.
Al Once Caldas le bastó con las victorias en línea sobre los emergentes de Itagüí, el descendido Quindío, y Patriotas fuera de su casa, para una semifinal que se tiene que celebrar porque para eso se juega, pero que exige prudencia, sin lanzar campanas al vuelo.
Que no es culpa del cuerpo técnico que le haya tocado ese calendario fácil, cierto; que se hizo la tarea, también; y que en los cuadrangulares cualquier cosa puede pasar -hasta que este discreto Once Caldas del Sachi salga campeón- es posible.
Todo porque el nuestro es un certamen atípico, en el que escuadras armadas a alto costo y con figuras se ven a gatas para hacer valer la diferencia, y porque ni siquiera una campaña consistente se requiere para llegar a lo más alto, como sucedió con el Once Caldas.
Y ese impulso final que se aproveche porque históricamente se ha dado que quienes vienen de atrás terminan siendo protagonistas, aunque la realidad enseña que de los 8 clasificados al único que se le ganó fue a Itagüí, lleno de suplentes.
Teniendo presente además que el grupo es duro con un Millonarios que pinta cara por su solidez en el Campín, con un arquero en momento estelar y Dayro en racha, un Cali que empató 20 de los 42 partidos jugados en el año, y un Pasto cuya fortaleza es el trabajo táctico.
Igual que el Once Caldas esté en los cuadrangulares pese a que no venció a los primeros de la tabla durante el semestre, es válido, así motive incautos y tergiverse, efectos que ya se sienten en un sector del público, y en periodistas que viven al vaivén de los números.
Pero ojo con las mentiras verdaderas, eso de magnificar un logro edificado sobre bases gelatinosas puede confundir e incitar a decisiones calenturientas, las que deben evitarse para dar paso a un análisis serio y constructivo que beneficie la institución.
Ilusionarse es normal, creer que se puede igualmente, y ojalá porque los intereses del club están por encima de los particulares, y del propio técnico, sobre quien la evaluación no debe ceñirse al resultado, pues el futuro advierte un orden institucional por montar que lleva un año de retraso.
Hasta la próxima…
macotal@yahoo.com
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