Luis F. Molina


Un recordatorio: Ya va más de un año, cinco meses y tres semanas desde que comenzó la guerra civil en Siria. La comunidad internacional todavía no se amarra los pantalones para detener la represión del gobierno sirio de una vez por todas. Por ahora, son cientos de muertos cada semana y nadie se pronuncia con vehemencia, sea por política o por temor.
La semana anterior gozamos de tener bastante movimiento político aunque la mayoría de cosas que se conocieron eran mentiras de gobierno o de campaña. El foco se lo llevó Mitt Romney en la Convención Nacional del Partido Republicano de EE.UU. cuando formalmente aceptó ser la competencia de Barack Obama para llegar a la Casa Blanca.
Hace mucho tiempo no escuchaba un discurso tan derechista, incluso más arrinconado que los de Marine Le Pen en Francia en la anterior campaña presidencial gala. Hubo frases en el raro discurso de Mitt Romney que dejaron saber que aquella percepción de político moderado que tuvo como gobernador de Massachusetts era solo una percepción.
Al parecer el lado ultraconservador que tiene su fórmula vicepresidencial Paul Ryan lo ha llevado a cerrar definitivamente la puerta para los matrimonios del mismo sexo y el aborto. Además, su discurso fue nacionalista, rozando casi con la ceguera de no entender que su país ya no es el mismo de la década de 1980 y que tampoco él representa las ideas de Ronald Reagan, a quien citó repetitivamente durante su discurso.
El candidato republicano gastó -sin saber si para bien o para mal- quince minutos de su oratoria vista por millones, en recordar su pasado y el de su familia. Se mostró como un joven trabajador que no la tuvo fácil. Pero casi nunca mencionó que su padre, George Romney, también fue gobernador y que su familia es acaudalada. Resaltó que su progenitor nació en México, lo que significó prácticamente una perorata para los nacionalistas que un motivo de aplauso, todavía más cuando nunca se refirió a la reforma migratoria en todo su discurso.
La lectura de Romney estuvo extensamente formulada desde el aspecto sicológico, pues satanizó la labor de Obama en este cuatrienio y pidió no culpar a Bush por todos los problemas que le heredó al presidente actual de EE.UU.
Sin embargo, lo que me pareció más preocupante de todo el discurso se condensa en la siguiente frase: “El presidente Obama prometió detener el aumento del nivel de los océanos y sanar el planeta. Mi promesa es ayudarlos a ustedes y a sus familias”. La conclusión obvia es que Romney no velará por el bien del planeta, ni reducirá emisiones contaminantes y tampoco atenderá los llamados de los ambientalistas.
Eso sí, él fue de los primeros en criticar a Obama por el daño ecológico que generó el derrame de petróleo en el Golfo de México hace un par de años y que British Petroleum casi no logra contener. Acciones no consecuentes relacionadas por la política.
Si Mitt Romney es elegido presidente de Estados Unidos es muy probable que esa nación vuelva al primer lugar en contaminación. En general, el discurso del republicano fue cerrado, queriendo asegurar a los conservadores y seduciendo en temas económicos el voto independiente. No mencionó cómo planea crear 12 millones de nuevos empleos y tampoco se le pasó por la mente anunciar su solución al muy criticado sistema de salud.
Para terminar, Romney nunca juzgó la guerra civil que se libra en Siria en estos momentos, como tampoco habló de Afganistán.
La semana siguiente, en función del equilibrio y la opinión, tendré mi análisis del discurso de Barack Obama en la Convención Nacional Demócrata en Charlotte (Carolina del Norte).
* Estudiante Comunicación social y periodismo de la Universidad de Manizales.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015