Camilo Vallejo


Aerocafé es un proyecto de 30 años. Es una idea atada al tiempo, ese que no se queda quieto y que pasa. Así que hablar de sus tragedias y sus esperanzas, no debe ser solo un acto impulsado por la inmediatez –la misma que exigen sus soluciones y sus afanes–; debe ser también un ejercicio para hacer memoria y revisar lo que fue, así sea más cómodo pensar que todas las explicaciones y soluciones están en el presente, como si nada quedara fuera del alcance
Entre tanto que se ha dicho sobre Aerocafé, y entre todo lo que insiste en que miremos hacia adelante, hay una historia que dejamos atrás y que justo hoy parece tener más sentido. El personaje es Fabio Jaramillo Correa, un ingeniero conocido en Manizales al que lo sorprendió la muerte defendiendo su posición, la misma que había estado repitiendo una y otra vez delante de todas las puertas que tocó.
Por encargo de Inficaldas, en el año 2002, Jaramillo Correa presentó una conceptualización sobre las posibilidades de operación del aeropuerto en proyecto. Lo hizo a partir de la revisión de algunos documentos: el Estudio del Plan Maestro de Transporte en Colombia, para el modo aéreo del año de 1994, y el Estudio de Factibilidad de la Construcción Aeropuerto de Palestina que, según el mismo concepto, fue realizado por un grupo de consultores encabezado por Gustavo Robledo Isaza.
En su momento, hace más de diez años, Jaramillo Correa llamó la atención sobre la necesidad de conocer las características del material de ceniza volcánica que se iba utilizar para la construcción de los terraplenes. Afirmaba que para esos días no se conocía de terraplenes de ese nivel y en esos materiales, y que por lo mismo era indispensable contar con el acompañamiento de geotecnistas con experiencia específica que juzgaran y definieran si era necesario otro tipo de relleno.
Frente a las condiciones del suelo sobre el cual se iban a asentar los terraplenes, aseguró que, debido a las dimensiones y pesos de los mismos, podían llegar a necesitarse, por un lado, otras excavaciones que permitieran encontrar el material rocoso aceptable para la presión, y por el otro, construcciones para terrazas de apoyo. Algo que traería movimientos de tierra y obras no previstas por los estudios analizados, junto a sus respectivos costos.
Frente al tema presupuestal advirtió: "(…) cada dólar o peso que se multiplique sin tener una metodología constructiva definida y unos volúmenes determinados representan decenas de millones de variación del presupuesto. (…) Por las razones anteriores concluimos que es imposible hacer un presupuesto acertado en costo final sin haber resuelto el problema técnico en su totalidad".
Esta posición la dio a conocer en diferentes ámbitos: se la comunicó en el 2003 al alcalde de Manizales de entonces, Néstor Eugenio Ramírez, al Comité Intergremial de Caldas en 2006, y a los gerentes del proyecto hasta 2010. La pregunta está en cuánto cuidado pusieron a su concepto cuando se desarrolló la etapa de estudios de Aerocafé y si se resolvieron las inquietudes: los materiales de ceniza volcánica, los geotecnistas expertos en terraplenes de estas dimensiones, las terrazas, la definición de lo técnico para la previsión de presupuestal, etc.
Porque todo indica que lo que encontró la Contraloría General en 2011 no dista mucho, en general, de lo señalado por Jaramillo Correa, sobre todo en lo referido a los terraplenes 4 y 9. ¿Se pudo haber evitado algo con este concepto?
En el medio de los ingenieros civiles se sabe que estas observaciones fueron desoídas, debido a que la conceptualización de Jaramillo obedecía más a un juicio técnico que no contaba con estudios ni pruebas que la soportaran.
Ahora bien, esto pone algo en discusión: o los estudios que basaron el proyecto hasta hoy eran tan deficientes que un juicio solitario podía tener más solidez, o existe un vacío epistemológico en cómo plantear estudios de este tipo en una tierra imprevisible. Lo segundo sería más interesante; nos devolvería a la discusión centenaria de si, en medio de la imprevisión, los simples juicios pueden ser tan poderosos como las fórmulas de la ciencia. Sin embargo todo va apuntando a que se trata de lo primero.
El paso del tiempo se sale con la suya y trae una justicia extraña.
Entre bambalinas: Muy buena labor vienen desarrollando en Bogotá los responsables del proyecto de Aerocafé, con el gerente Luis Fernando Mejía a la cabeza. Juiciosos, con unos estudios nuevos que ofrecen esperanza y con el ánimo de seguir adelante sin negar el pasado.
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