Andrés Hurtado


Para Gunther un hecho memorable y que lo llenó de satisfacción ocurrió el día que un vecino de nombre Luis Dorado se presentó para comprarle un árbol que necesitaba para un aserradero. Varios campesinos más imitaron a Luis comprando árboles a Gunther. Las cosas estaban cambiando.
Pero no hay dicha completa. Ocurrió lo que tenía que ocurrir con los vecinos, que acabaron todos los árboles de sus propiedades y necesitaban madera para sus casas y cercas. De nuevo la presión sobre la reserva se hizo insoportable. Gunther tuvo que acudir a Popayán, Neiva y Bogotá buscando protección para Meremberg. El asunto tomó cariz político. Carlos Lehmann Valencia, parlamentario del Cauca dijo: "¿Qué importa más, la conservación de esta reliquia tan valiosa, o mil votos de campesinos a favor o en contra de un candidato a la Cámara?".
Como resultado de sus gestiones logró que el gerente general del Inderena firmara un convenio con Gunther para patrocinar la reserva. La verdad es que hoy la oficina de Parques Nacionales, sucesora del Inderena, no sabe nada de Meremberg, hasta el extremo que la directora general de los Parques Nacionales de Colombia, que desempeña una memorable labor al frente de estas reservas, a una pregunta mía contestó que no tenía la menor idea de lo que es Meremberg y eso que, le dije, Meremberg es la primera reserva natural de Colombia y anterior, con muchos años, a todos los Parques Nacionales Naturales.
Comenzaron a llegar visitantes algunos de los cuales permanecían varios días en la reserva y al regresar contaban al país la maravilla visitada. Con el tiempo fueron llegando nuevos brazos a colaborar en las labores del campo. Eran los hijos, Wefry, Dietlind y Svanhild.
Pero la tragedia se asomó a los predios de Meremberg. Fue en 1975. Un campesino venido de lejos y que arrastraba oscuros antecedentes, se estableció al lado de Meremberg, cerca con cerca y constantemente codiciaba las finas maderas de la propiedad vecina. El hecho es que perdió en los estrados judiciales un litigo que adelantaba con Gunther a propósito de los linderos y las maderas. El hombre concibió la peor de las venganzas, matar a los dueños de Meremberg. Un día que Gunther bajó a La Plata a conseguir provisiones, el asesino entró a la reserva y al sonido de los disparos que hizo, acudió Mechthild. La mujer recibió un disparo de escopeta número doce y un bárbaro machetazo en la cabeza. Los asesinos, porque fueron más de uno, escondieron el cadáver entre unas matas. Más tarde fueron detenidos, condenados y debieron pagar cárcel por el crimen.
"La muerte de mi esposa fue el trago más amargo de mi vida. Ella era mi todo, me sacó del remolino de la guerra, curó mis heridas corporales y espirituales. Con ella trazamos todo este proyecto conservacionista".
Imposible imaginar, o tal vez sí, el dolor tan hondo y bestial que la tragedia produjo en Gunther. Ella era todo para él. De allí en adelante ya no le temía a nada ni a nadie. Lo que le pasara a él ya no le importaba. Pero algo bello ocurrió entre los vecinos luego de la tragedia, algo que Gunther no esperaba, la solidaridad.
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