Luis F. Gómez


La niñez hay que defenderla. Y hay que defenderla muy seriamente, tanto como un tiempo de procesos de maduración humana que marcan en buena medida el futuro psicosocial de las nuevas generaciones. Es un tiempo precioso para echar las bases del desarrollo académico y de competencias básicas en los hombres y mujeres del mañana. Por ello, las estadísticas reveladas recientemente sobre el ausentismo escolar de los menores de edad que trabajan es muy preocupante. Y aún más, cuando la tendencia del trabajo infantil está creciendo. Allí, la intervención del Estado Social de Derecho es fundamental y debe hacerse para corregirla. No se puede ser insensible al futuro de tantos niños y niñas.
En efecto, según la información, el trabajo infantil pasó del nueve, en el 2009, al 13%, en el 2011, lo que significa un aumento de casi un 40% en dos años, es decir, ¡va disparado! Y si se tiene en cuenta que casi el 25% de los niños que trabajan no asisten a la escuela, la cuestión se pone preocupante. Normalmente, hay una tasa de ausentismo escolar del 5% de total de los niños que no trabajan, mientras que entre los que trabajan una cuarta parte no van a la escuela, hay, pues, un aumento dramático y ello debido al hecho de la integración al mundo del trabajo.
Como bien lo decía uno de los investigadores, lo más grave no es que trabajen, pues ello puede ser también un aporte importante para el ingreso familiar en algunos casos, un proceso también formativo para los niños, pero lo más preocupante es que por ello no vuelvan a la escuela. Allí, el trabajar implica, en el mediano y largo plazo, una forma de exclusión. Ese niño o niña, que no continúa sus estudios pierde en altísima probabilidad el potencial de desarrollo laboral futuro, debido a la falta de formación. Es, pues, una forma de perpetuar la pobreza. Por ello, la acción social del Estado debe focalizarse en los niños que no están asistiendo a clases, es allí donde hay que incidir. Que nadie se quede sin ir a estudiar.
El hecho que la mitad de los niños que trabajan lo hagan de forma gratuita es signo de una decisión familiar. De otro lado, es casi el doble en zonas rurales que urbanas. Y toca de manera más fuerte, también casi el doble, a los hombres que a las mujeres. La cartografía del trabajo infantil que presentó el DANE debe ayudarnos a buscar estrategias para que no implique, por lo menos, que los niños dejen de estudiar.
Finalmente, se ve la necesidad de fortalecer las políticas educativas, dando mayor flexibilidad y asegurando de veras la cobertura. Es indispensable que ningún niño en edad de estudiar deje de atender a la escuela. Esta debe ser una prioridad nacional.
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