Ricardo Correa


En mayo de este año la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzó la cifra de 400 partes por millón, nivel al que no se llegaba desde hacía tres millones de años según los científicos que estudian este fenómeno. La diferencia es que en ese entonces dicho nivel obedeció a eventos meramente geológicos y atmosféricos pues no existía la especie humana; hoy es producto de la mano del hombre, básicamente por la construcción en los últimos cien años de una sociedad y una economía que dependen de los combustibles fósiles, los que se explotan al máximo. A más dióxido de carbono en la atmósfera, mayor la temperatura del planeta. Se calcula que en los últimos cien años ésta se ha elevado en promedio un grado centígrado, con incrementos mayores en las zonas de glaciares en los océanos Ártico y Antártico. El nivel del mar está elevándose de manera permanente y paulatina, y ya no tan imperceptiblemente. Este aumento se debe a dos razones: por un lado porque la mayor temperatura dilata el volumen del mar, y por el otro porque los glaciares se derriten y vierten volúmenes inmensos de agua en el océano. Más consecuencias del calentamiento global ocasionado por la acelerada emisión de gases de efecto invernadero.
Cada vez son más frecuentes y destructivos eventos como los huracanes y las tormentas, recordemos el paso del Katrina y Sandy por los Estados Unidos. Solo en la ciudad de Nueva York el huracán Sandy causó daños por 20.000 millones de dólares, inundó parte de la ciudad, dejó en la oscuridad a una amplia zona de Manhattan y mató a medio centenar de personas. Esto es según los expertos apenas el inicio de lo que puede venir con el descontrol atmosférico que está ocasionando el calentamiento global.
Si las cosas siguen como van, y no paramos de usar y abusar de los combustibles fósiles, así como de tantas actividades que generan efecto invernadero, la ganadería por ejemplo, para el año 2100, es decir, en 87 años, 136 de las principales ciudades costeras del mundo podrían padecer severas y frecuentes inundaciones provocando un desastre jamás antes pensado. Incluso, más temprano, en el año 2070, ciudades como Nueva York, Miami, Shangai, Ciudad Ho Chi Minh, Bombay y Calcuta podrán haber cambiado en buena medida su fisonomía debido al aumento del nivel del mar, estarán en camino de ser unas nuevas venecias.
Países ricos y ciudades costeras están tomando medidas para afrontar una realidad inexorable: el riesgo de inundaciones catastróficas. Por ejemplo, San Petersburgo en Rusia construyó una barrera anti mareas con un costo de seis billones de dólares (contabilidad norteamericana). Holanda, que lleva diez siglos lidiando con el mar, es el país pionero y más avanzado en prevención de los efectos del calentamiento global sobre el nivel del mar. Así y todo, los expertos estiman que llegará un momento en que por más que se trabaje en el problema será imposible contener sus efectos devastadores. El experto holandés en morfología costera, Jan Mulder, dice con respecto al reto que implica un nuevo escenario ambiental: “tenemos que entender que no estamos rigiendo el mundo, y que necesitamos adaptarnos a él”. Sin embargo, esa adaptación tiene un límite, pues en algún momento los remedios que se apliquen al daño que estamos causando no serán suficientes. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático, organización de expertos creada por la ONU en 1988 para analizar los reales alcances de este nuevo fenómeno, acaba de publicar su quinto informe, y los resultados son bien sombríos. Uno de estos es que la meta de calentamiento no se está cumpliendo, la cual se había establecido en dos grados centígrados para el final de este siglo, teniendo como referencia la temperatura media entre 1.850 y 1.900. Y esos dos grados son el límite entre un aumento tolerable y uno realmente peligroso.
Las películas de ciencia ficción en las cuales las grandes ciudades se inundan trágicamente y se sumergen en el mar, con mareas apocalípticas y furiosas tormentas, empiezan a parecerse a los documentales científicos y los reportes de las emergencias naturales que la televisión registra alrededor de todo el planeta. Y todos seguimos viviendo como si nada pasara, devorando inconscientemente la tierra que nos sustenta.
Un informe completo de este tema se puede encontrar en la edición de septiembre de 2013 de la revista National Geographic, artículo central “Rising Seas”.
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