Efraim Osorio


En sus cuatro letras del 26 de mayo, el señor Roberto Arango dice que, de acuerdo con su diccionario, las palabras ‘marchante’ y ‘marchador’ tienen significados muy diferentes. Y, en parte, tiene razón, como también la tiene el redactor Juan Carlos Leyton en la siguiente información, en la que le da al vocablo ‘marchante’ el significado de ‘marchador’: "Cerca de trescientos marchantes marcharon ayer con el fin de pedirle soluciones al gobierno nacional" (LA PATRIA, 29/8/2013). ‘Marchante’, con su acepción de ‘mercader’, viene del francés ‘marchand-e’ ("aquel cuya profesión es comprar y vender"); y con su significado de ‘parroquiano’ ("persona que acostumbra comprar en la misma tienda") es un regionalismo andaluz (de Andalucía, España). Pero, y aquí está el busilis del asunto, ‘marchante’ es también el participio presente o activo del verbo ‘marchar’, como ‘cantante’ lo es de ‘cantar’; ‘caminante’, de caminar; y ‘andante’, de ‘andar’. Que con esta significación no esté en los diccionarios, viejos o nuevos, no importa, porque no sólo es prácticamente imposible que en ellos estén todas las voces castizas, sino porque por razones elementales omiten algunas que se derivan naturalmente de los verbos, los participios, por ejemplo, tanto activos como pasivos. Por ejemplo, ‘adobante’, participio presente o activo de ‘adobar’ no está en los diccionarios, pero sí aparece ‘adobador’ (que significa lo mismo que ‘adobante’, "el que adoba"); ‘cargante’, de ‘cargar’, está asentado en los léxicos como adjetivo ("se aplica a la persona que resulta fastidiosa: por pesada, por quisquillosa, por presumida, por remilgada, etc."), pero no como participio presente de ‘cargar’; y ‘vaticinante’ ("el que vaticina"), participio activo de ‘vaticinar’, fue borrado por la Academia de la Lengua de su diccionario de 1992. ¿Por qué? Por lo arriba dicho, supongo, puesto que, como no significa otra cosa, no es necesaria su presencia en esos catálogos: Todos los verbos tienen su participio presente o activo, que, para don Rufino, no es más que un adjetivo.
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El verbo ‘diferenciar-se’ rige la preposición ‘de’. Carlos Hernández Osorio, en su columna de LA PATRIA, escribió: "Si un gran reto de la coalición B, ahora que llegó al poder en la Gobernación, es diferenciarse a la A, la tiene difícil" (31/8/2013). "…diferenciarse DE…", don Carlos, porque en este caso, como en el del verbo ‘alejarse de’, la preposición ‘de’ señala el punto de origen de la acción del verbo, verbigracia, "se alejó de la ciudad", "se separó de sus copartidarios". En cambio, la preposición ‘a’ señala el término de la acción del verbo correspondiente, por ejemplo, "acercarse a la estación", "unirse a la oposición". Minucias, don Carlos, pero de suma importancia.
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A todos los campesinos les gustaría tener en sus fincas y en sus casas del pueblo un cuscusito (o cuzcucito), a saber, un perrito de esos pequeñitos, que ladran y ladran y ladran y no se cansan de hacerlo mientras haya por ahí algo que les parezca extraño o amenazante. Estos caninos se llaman ‘gozques’. El nombre folclórico de ‘cuscús’ (que no hay que confundir con "la comida típica magrebí, hecha con sémola en grano y salsa, servida con carne o verduras", llamada también ‘alcuzcuz’) o ‘cuzcúz’ viene de los monosílabos repetidos (interjecciones) ¡cus! o ¡cuz! con que los españoles acucian o llaman a los perros (Sancho Panza dice ‘tus, tus’: "Soy perro viejo y entiendo todo tus, tus" -II, XXXIII). De dicho monosílabo viene también el término ‘gozque’ (1495), y, según Corominas, sus sinónimos ‘cuzco’ y ‘guzco’. Y ‘gozquejo’. El columnista César Montoya Ocampo, quien seguramente oyó doblar campanas pero no supo de qué templo, confundió ‘gozque’ con ‘gozne’ en un escrito dedicado a tan queridas mascotas: "Con el transcurrir del tiempo se convirtió en imprescindible gozne familiar" (LA PATRIA, 29/8/2013). El ‘gozne’, doctor, no es más que una ‘bisagra’. Gazafatón, gazapatón, gazapo o un mero lapsus, así quedó impreso por todos los siglos de los siglos. Notas: 1a.) En su Diccionario Abreviado, el general Uribe Uribe anota: "Las voces CUS, CUS, se emplean en España para llamar (a) los perros, mientras que entre nosotros se usan para llamar (a) las gallinas, cambiando a veces la s por t, cut, cut" (nota 106). Y esto lo sé yo desde niño, porque, en la finca, cuando mi mamá llamaba a las gallinas para darles el maíz o cualquier ‘sobrado’, gritaba: ¡Cutucutucutucutu! y, ahí mismo, como por encanto, aparecían gallinas y más gallinas; y los gallos se encargaban de seguir llamándolas. A los perros los llamábamos con una voz parecida a ‘pschío, pschío’. 2a.) El señor Alario di Filippo, en su Lexicón de Colombianismos, trae el término ‘cuscuz’ (del Valle del Cauca) con la acepción de "cierta sopa de maíz triturado, que es alimento regional típico". De ahí la expresión ¡Ahí sí hay cuscuz! (¡Ahí sí hay berraquera!). Llama también así a "una garrapata muy pequeña que abunda mucho y se posa en los matorrales en verano y mortifica al ganado, mayormente a las personas". ¡Sí ve, pues, don César, en las que me metió su gozne!
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La VEINTITRÉS: ¡Qué bueno sería que los que tienen la sartén por el mango en este pueblo aplicaran en ella las enseñanzas del ex alcalde de Quito (Ecuador), Paco Moncayo Gallegos!
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