Jorge Raad


Así puede calificarse el artículo de Nicholas Kristof que tituló ¡Profesores, los necesitamos!, publicado por El Espectador el domingo 23 de enero. El autor es un conocido norteamericano dedicado a pensar y escribir fundamentalmente sobre temas sociales, tan diferente a lo que hoy se aprecia, que se vocifera o escribe y después se piensa.
Muchos estudios, incluyendo doctorados, publicaciones y galardones enaltecen su biografía. Se incluyen dos premios Pulitzer, uno por su libro sobre un estudio en Darfur, Sudán, y otro por los relatos y análisis de los hechos conocidos sucedidos en la Plaza de Tiananmen, China. Tiene el conocimiento que le otorga la visita a 144 países y la residencia en 4 continentes, aunque conoce los seis. Con lo anterior se garantiza la idoneidad de quien escribe el trabajo en mención.
Es un llamado a todos quienes ejercen la actividad de profesores universitarios. El ejemplo con el cual inicia su artículo, difundido universalmente, es de una realidad abrumadora cuando afirma que los profesores universitarios no influyen en las importantes discusiones que se establecen en la actualidad. A ello se debe agregar, que si ello es cierto y lo es en Manizales, Ciudad Universitaria, entonces quienes ejercen estos trascendentales cargos para la vida de la sociedad, tanto la actual como la futura, no están cumpliendo con una parte esencial de su oficio.
En sentido contrario, también es necesario indagar quiénes son los pensadores más inteligentes sobre los problemas de Colombia, Caldas y Manizales. ¿Serán los profesores universitarios? La respuesta está en el análisis que efectúe cada quién, ya sea autónomamente o propiciado por las universidades u otras entidades proclives a los estudios de las realidades sociales que impactan a las comunidades y que finalmente benefician o agredan a los miembros de ellas.
Nicholas Kristof hace una anotación demoledora cuando enuncia que se ha etiquetado al académico, y por lo tanto su producción intelectual, como sinónimos de poca importancia cuando se quieren descartar con un borrón sus argumentaciones.
Triste lo que sucede en países que se cree que tienen un mayor respeto por sus profesores, que son académicos, pero es catastrófico en sociedades como la caldense, para no mencionar y ahondar en la colombiana, cuando es vapuleada inmisericordemente durante 24 horas por los medios masivos de comunicación y ocasionalmente aparecen los académicos con sus tesis para ayudar a pensar e identificar otras opciones.
Pero la culpa no es solo de los profesores, es de la sociedad que le tolera a ellos esa falta de compromiso con sus problemas. Y el autor va más lejos, con claridad portentosa expresa que los doctorados promueven una cultura que exalta lo oscuro e ininteligible y desprecia los efectos y a la sociedad. Y ello hay que analizarlo de una manera sincera para quitar el mito del número de doctores en áreas indiscriminadas. Citando a Will McCants, anota que los académicos repudian llegar hasta el público, por considerar este acto como un alejamiento trivial de la investigación. ¡Y saber que eso es real por estos entornos!
Trae a referencia la inmensa necesidad de los profesores, de lo cual ya se ha escrito, y es definitivamente una imperiosa consigna: Se publica en medios adecuados y evaluados por pares, o se va directo a la exclusión académica. Una alternativa posible que deja de lado es la obtención de patentes, pero también ya se ha analizado la situación que es muy crítica en Colombia.
Es doloroso escribir sobre los documentos universitarios. Kristof dice que los escritos de los académicos suelen esconderse en publicaciones desconocidas para el público, o lo hacen en editoriales universitarias que son soporíferas y mantienen a raya a los lectores. Hay que afirmar: ¡No todo produce tedio!
El artículo finaliza con un llamado verdaderamente valeroso y absolutamente válido en Colombia, y crítico en Manizales, salvo por unos cuantos: ¡Así pues profesores, no se enclaustren como monjes medievales, los necesitamos!
Nota: Un artículo que deben leer todos los universitarios.
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