Andrés Felipe Betancourth


Inicio confesando que esta nota ha sido nutrida casi en su totalidad por los canales privados de televisión colombianos. Uno de ellos transmitió hace unos días la película “Bordertown” (Gregory Nava, 2006), que ha sido difundida en América Latina como “La Ciudad del Silencio” o “Verdades que matan”. El tema central de la película es otra de tantas “verdades incómodas”: las violaciones, asesinatos y desapariciones de cientos de mujeres en ciudad Juárez, México. Pero no fue esa la motivación central de esta nota. En una escena secundaria, Martin Sheen, encarnando al director de un periódico de Chicago, increpa a la periodista investigadora de los abusos gritándole: “… Globalización, Libre Mercado y Entretenimiento… esa es la nueva agenda de los medios…”.
Sin duda tal frase, como el contenido mismo de la película, corresponde a lo que en cine califican como “basado en hechos reales”.
No sorprende que nuestros canales privados hicieran enorme despliegue e inmensas inversiones en recursos humanos y tecnológicos para cubrir lo que sin duda es el certamen político más importante para el hemisferio. Lo que sorprende es que la agenda informativa la coparan el desliz de Shakira, las travesuras del servicio secreto, el burro que nunca fue de Obama o los rizos de la protagonista del video promocional de la cumbre.
Poco interés (¿o poca capacidad?) tienen nuestros noticieros para analizar lo que significa para la región la postura de una presidenta que reaviva un litigio internacional por reconocimiento de soberanía y desde ahí mismo emprende el camino de la nacionalización de los recursos del subsuelo. Más sencillo es limitarse a decir que se fue antes de lo previsto. Probablemente resulta más atractivo para los televidentes referirse al atuendo de Obama y el desplante a la guayabera, que el desplante al debate sobre la efectividad de la lucha contra las drogas y la entrada en vigencia del TLC. A nosotros nos coge con “los calzoncillos abajo”…. Como quizá estaban los encargados de su seguridad, según nos dicen…
Mantenemos en primer lugar de la agenda el imperdonable error en el Himno Nacional, sobre todo por estar en boca de Shakira, sin considerar si es relevante o no la puesta en marcha de otro programa de concertación entre el sector público y el sector privado para la atención a la primera infancia. Sin duda tales programas admiten observaciones, pero ya quisiéramos ver a todos nuestros artistas promoviendo temas estructurales y apalancándolos con su dinero o con su imagen.
Pero resulta más estratégico para la agenda de nuestros canales privados (de acuerdo al apetito de nosotros, sus consumidores) poner el dedo en la llaga sobre los abusos y conductas reprochables de los programas institucionales que se encargan del restablecimiento de derechos de los niños. Pocas preguntas se hacen sobre la forma como se sesgan las informaciones, se montan las imágenes, se editan las opiniones de los expertos y se juega con el dolor de las personas… me refiero al dolor de los niños. Sin pretender ocultar que en todas las instituciones puede haber funcionarios que se equivoquen o se extra limiten en sus atribuciones, no es admisible que el manejo parcializado e irresponsable de la información ponga en tela de juicio uno de los únicos programas que el Estado tiene para proteger a los niños y niñas de los abusos, el maltrato y el abandono de los que varios miles son víctimas en sus propias casas. Pero claro, el abuso es un tema invisible, el escándalo y el sensacionalismo es lo que vende.
El mensaje sobre la agenda de nuestros canales privados me quedó claro días después viendo otra película, en la que desde una arena arrojaban bloques de pan a un pueblo que se saciaba viendo a otros seres humanos destrozándose. Y aclaro, no me refiero a quienes se sacian destrozando a Shakira o a los funcionarios del ICBF. Me refiero a los actores de la película “El Gladiador” (Ridley Scott, 2000).
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