Alejandro Samper


La primera semana del año nos recibió con el cuento trillado de que Colombia es "el país más feliz del mundo", en una lista de 54, según el Barómetro de Felicidad y Esperanza de la empresa de investigación de mercados Win - Gallup International. Dicen que el 77% de los colombianos es feliz.
La felicidad es tan relativa y engañosa como ese reporte anual, del que nunca dicen el número de personas encuestadas. Por ejemplo, a ese 77% (¿de cuántos?) no creo que los hayan entrevistado en una fila para ser atendidos en una EPS, o en un paradero de Transmilenio que es donde muchos colombianos se la pasan. Además, ¿qué nos hace felices? ¿Un triunfo de la Selección Colombia? ¿Pasar tiempo con la familia? ¿Rezarle al Divino Niño? ¿Que Falcao esté entre la selección ideal del fútbol mundial?¿Exportar narconovelas? ¿Unos guaros con los amigos? ¿Los globos de oro de Sofía Vergara? ¿Un sancocho trifásico? ¿Encontrarse un billete en un bolsillo al ponerse la ropa en la mañana? ¿Las tetas de Elianis o el talento de La Voz Colombia? Todo muy relativo.
Por ejemplo, Carlos Lemoine, director del Centro Nacional de Consultoría, indica que el año pasado le fue mejor a los pobres que a los ricos por la desaceleración de la economía en el último trimestre, por el freno de la construcción e, incluso, por la aprobación de la Reforma Tributaria. Una afirmación ligera, como el Barómetro de Felicidad y Esperanza, que parece dicha por una víctima de Interbolsa. ¿Dónde está dicho que los ricos fueron más infelices que los pobres? ¿cuál es el estudio? Además, refuta la máxima del gran pensador nacional Antonio Cervantes: "Es mejor ser rico que pobre".
Que digan que el 77% de los colombianos, la mayoría de ellos pobres según Lemoine, son felices, es el primer carretazo del año. Un cuento que solo sirve para confirmar el estudio de la Asociación Colombiana de Siquiatría, que el año pasado indicó que 4 de cada 10 colombianos sufrimos problemas mentales.
El segundo carretazo lo echó esta semana la revista de turismo International Living al decir que Colombia era el séptimo mejor país del mundo para jubilarse. Además, afirman que Cartagena es el sitio para vivir en el país una vez se pensione.
Esta publicación, catalogada como una de las más importantes del mundo, seguramente no está enterada de lo que dijo el ministro de Trabajo, Rafael Pardo, a finales del año pasado: en Colombia el 30% de los afiliados al sistema pensional no podrá pensionarse. "Cada año a 45 mil personas se les rechaza la solicitud de pensión. Es decir, que una de cada tres puede acceder a esta renta", explicó, reiterando que cada vez es más difícil pensionarse en nuestro país.
Digamos que International Living hablaba de jubilados extranjeros que quieren pasar sus últimos años en el Caribe. Pero, ¿Cartagena? Una de las ciudades más desiguales del país en el aspecto social. Su centro histórico se está cayendo y sus murallas las ferian para que particulares armen carpas y discotecas, como ha denunciado el periodista Juan Gossaín. Su sistema de salud es tan deplorable como su alcantarillado. La corrupción municipal los tiene quebrados y, para colmo de males, a los turistas siempre los quieren tumbar con los precios: es más económico viajar a Miami que a la ciudad amurallada.
Si los jubilados europeos quieren esperar la llegada de la muerte frente a una playa invadida de vendedores ambulantes y carpas de hoteles, o con vista a la cloaca con veleros en la que se ha convertido la bahía de Bocagrande, allá ellos. Y si compran casa en el casco antiguo, tal vez podrán ver debajo de su balcón las filas de viejos que quincenalmente van al banco para reclamar la pensión de un sistema que "perpetua y acentúa la desigualdad", según el mismo ministro de Trabajo.
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