César Montoya


…gozan de cabal salud". Esta frase del célebre dramaturgo español José Zorrilla se convirtió en un simbolismo del ser humano que sobrevive a las borrascas tremebundas y como el Ave Fénix, de las cenizas, raudo y vigoroso, levanta vuelo triunfal.
Sobre todo, tiene vigencia en la política.
Un capítulo vergonzoso en la historia de Colombia fue el trato que recibió el Libertador Bolívar en el ocaso de su vida. García Márquez escribió su itinerario cuando debió salir de Santafé de Bogotá maltratado por la guacherna a la que le había quitado el grillete del opresor. "Longaniza" le gritaba la turba alicorada y desde los balcones recibía denuestos por una sociedad ingrata que ya estaba cosechando los beneficios de la libertad. La maltrecha embarcación que lo llevaba Magdalena abajo fue el escenario del crepúsculo de un hombre escéptico, precozmente envejecido y además enfermo, que rodaba sobre las aguas en una procesión lánguida de infortunio. Pasó por varias localidades ribereñas en donde solo pudo dejar, además de sus tristes rabietas, la tos frecuente que preocupaba a sus compañeros de travesía, hasta llegar finalmente a San Pedro Alejandrino en donde murió.
Este hombre derrumbado, el inmortal don Simón, se mantiene en el cenit de la gloria que crece y se agiganta con el correr de los siglos.
Guillermo León Valencia fue un personaje singular. De soberana melena retórica, un tanto anticuado por su campanuda manera de ser, lideró su último capítulo electoral, clamorosamente desastroso. Siendo un egregio expresidente, le dio por hacerse elegir senador por su departamento del Cauca. Era Mario S. Vivas el dueño de los votos y el simpático manzanillo propinó una fenomenal paliza al romántico tribuno. La historia jamás ha olvidado al bombástico Valencia y ha enterrado en el olvido al habilidoso electorero.
Gilberto Alzate Avendaño también degustó el pan del ostracismo. Enfrentado al Júpiter Laureano Gómez, debió enclaustrarse, por muchos años, en la ciudad de Manizales, entreverando la profesión de abogado con una intensa bohemia intelectual, convirtiéndose en rey de los salones sociales por el estallido permanente, en luces de bengala, de su avasalladora cultura. Alzate después de un largo silencio, dedicado a empotrar su cerebro en entelequias maravillosas, rompió cadenas y se impuso departamental y nacionalmente como un meteoro.
No hay muertos, no, en la política.
Al político lo he visto fulgurar y transitoriamente desaparecer. Subir con paso lento pero seguro, como buen arquitecto de un destino, y poco después vapuleado por el torbellino rencoroso de sus adversarios. Como Nariño, clavado con el Inri ignominioso de un proceso judicial y resurgir otra vez con el brillo estelar de la inocencia. Víctima de gavillas denigradoras, sindicado de delitos imposibles, sometido al fuego lento de los purgatorios y más tarde aplaudido porque conquista el cielo de la gloria.
La política es una profesión que solo pueden lucir los guerreros. El político procura triturar a sus adversarios, ser actor único en todos los estadios. Es famélico y tragón. Es un caníbal. Cubre su cabeza con yelmo de acero, embraza un escudo imposible de perforar, protege su pecho con una coraza hostil a los dardos y las canillas de sus piernas las forra con acolchonadas grebas impenetrables.
El político no abandona los campos de Marte. Ni se retira ni se deja retirar. Suyo es el escalofrío de las conflagraciones, el eco profundo de la diana matinal, el tambor que convoca a somatén.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015