Flavio Restrepo Gómez


La historia se repite, como si no la hubiésemos vivido ya. A nadie parece importarle, la mayoría ni siquiera se asombra. Se perdió el derecho al repudio, que es socialmente una bagatela de poca monta en esta sociedad epidérmica, donde poco importan los valores, en la que muchos creen que a todo pueden ponerle precio.
Nos resistimos a ese nuevo paradigma que guía nuestra nación, pero la indignación no los afecta, ríen de ella, se burlan de ella, gozan con ella, como si estuviesen haciendo de la vida de Colombia una obra de orfebrería delicadísima, en la que sobresalen la picardía, el poder del vivo, la fuerza del poderoso, la imparable arremetida del rufián de turno.
Los presos tienen permisos que solo se pueden imaginar en esta nación, reeditada a diario como república bananera, demostrándonos que los delincuentes pueden hacer una burla permanente a la parábola judicial, sin que les pase algo, sin que alguien se oponga con energía y determinación. Reeditamos a diario el tango Cambalache como segundo himno nacional, en el que… nada es peor, todo es igual…
Y así vemos pasar los días con sus largas noches, convencidos de que llegará el dirigente digno que pondrá en cintura a tanto fanfarrón indecente, a tanto delincuente de cuello blanco, a tanto político sin escrúpulos, a tanto civil deshonesto. Pero no es cierto, la dignidad ha sido relegada a la categoría de pieza inservible, la honestidad ha sido rebajada a la categoría de tontería innecesaria, la honradez a cosa de mentecatos y de tontos. Es el triunfo de los tramposos y los truhanes, sobre los decentes y rectos.
La política parecía ser la más sucia de todas las profesiones, pero no, de su mano van varias que no se le quedan atrás. Lo son con gente que cree que "hay que saber robar", como si robar no fuese un delito; saber robar, como una cultura, un acto de demencia ciudadana. Una verdadera catástrofe de principios derrumbados, por inescrupulosos que fungen de rectos, cuando no son más que hampones de manos rápidas desacreditando profesiones nobles. Las principales el Derecho y la Medicina.
En esas profesiones no escapan los que creen que mentir y falsear la verdad es un gran arte, los que piensan que la ética es solo una exótica palabra utilizada cuando hay problemas legales. En fin una horda de profesionales que siguen el principio, estulto por demás, aunque lo crean muy práctico, que todo vale, que los linderos de la honestidad se construyeron para los que ellos llaman, los tontos de ocasión.
El gran problema es que, aparte de no tener razón, viven como si la tuvieran, porque nos les pasa nada, nadie los denuncia, se pavonean en la impunidad, nadie se atreve a tocarlos. Son los temidos defraudadores de la sociedad, que son vistos con buenos ojos por una esfera que cree que es mandamiento constitucional que el vivo viva del bobo y el bobo de su trabajo.
En fin, una sociedad que da gran valor al dime cuánto tienes y te diré cuánto vales. Una sociedad con precio, comprable y vendible, al mejor postor, al más avivato, al más deshonesto.
La medicina no es la excepción. Bárbaros técnicamente bien preparados, que han convertido el arte de Apolo, Quirón, Hipócrates y Galeno, en un verdadero pozo séptico de trampas y tramposos, que se ufanan de sus logros, manchados de desvergüenza y pintados de deshonor.
Hoy hace moda la entrega en comodato de equipos médicos, a cambio de consumos mínimos mensuales, para que inescrupulosos de todas las pelambres hagan su agosto y roben sin que a nadie parezca importarle.
Mequetrefes que con el poder de las mafias de cobradores de cuentas en las instituciones, pagando porcentajes por las mismas, reciben lo que cobran sin que sean revisados sus procedimientos, para saber si fueron ciertos, que muchos no lo son, haciendo que los costos de la medicina se disparen a niveles insospechados y engañando a la gente, a la sociedad y a las empresas aseguradoras.
Parece que eso no le importa a las personas encargadas de hacer los seguimientos, ni a los dirigentes de esas empresas, que, o no saben lo que está pasando, o lo están dejando pasar con una permisibilidad que no tiene límites. A esos defraudadores de lo público, a esos mentirosos de oficio, a esos ladrones de bata blanca, a esos delincuentes con aureola de respeto y de impunidad, hay que cerrarles el camino.
No podemos dejar que el arte noble de la medicina se convierta por cuenta de inescrupulosos, deshonestos y sibaritas, en una gran cloaca donde se esconden las purulencias de médicos carentes de elementales principios éticos, analfabetas morales, delincuentes solapados que pisan el honor de la profesión y se enriquecen robando, estafando, mintiendo.
Y mientras esos mercenarios de la medicina, escondidos en sus madrigueras se llenan los bolsillos delinquiendo, la gente siente que su poder de repudio quedó convertido en algo sin valor. A su lado están otros que levantan su ejercicio sobre el respaldo de organizaciones de muerte, con las que amenazan y amedrentan.
Ya hablaremos con nombres propios, de este fenómeno de degradación profesional, elevado a la categoría de gran "virtud", por los avivatos, los deshonestos y los que creen que amenazando, pueden romper los diques de una ética de la que en efecto carecen.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015