Alejandro Samper


"Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si algo bueno, bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para que hacer que algo pase".
Charles Bukowski, escritor estadounidense
Si a la hora del almuerzo y con la comida decide tomarse una cerveza -digamos una Póker (3.9 grados de alcohol)-, o un par de copas de vino blanco (uno chileno de 12 grados, que al llegar a la sangre equivale a 0.65% de concentración de alcohol en la sangre), ni se le ocurra manejar. Lo que antes era un acto cotidiano, para acompañar los alimentos y sin la intención de embriagarse, ahora es algo criminal.
Según la nueva ley, si lo llegan a parar en un retén y lo ponen a soplar en el sensor que mide el nivel de alcohol en el cuerpo, se expone a una sanación de -mínimo- la suspensión de la licencia por un año, la inmovilización del vehículo por un día y pagar una multa de 90 salarios diarios legales vigentes. O sea, $1.768.500. Además de 20 horas de trabajo comunitario. Eso sí le va bien.
La norma que entró en vigor ayer es tan estricta que da miedo hasta comerse un helado de ron con pasas, un bizcocho borracho, un café irlandés, un bombón relleno de licor o un dulce con sabor a anís. Es cero tolerancia, cero alcohol.
A pesar de que no somos Moldavia, el país que registra más consumo de alcohol por persona en el mundo (22.6 litros por persona al año, que es tres veces más que el promedio colombiano), sí somos muy malos borrachos al volante. Mientras que en esa antigua república soviética por cada 100 mil habitantes hay 1.1 muertos por accidente de tránsito relacionado con el alcohol. En Colombia la cifra es de 2.1. Sin embargo, tampoco somos Sudáfrica, que registra 20 muertos por cada 100 mil habitantes, según la Organización Mundial de la Salud, en accidentes de esta índole.
Leyes como las sancionadas esta semana pueden parecer exageradas, pero en Colombia toca así. Aquí no somos responsables. Somos mentirosos, ventajosos y avivatos. El ejemplo más claro lo dio este año el concejal de Chía Carlos Enrique Martínez. Con tragos o no -eso nunca quedó claro- emprendió una espectacular fuga en su camioneta hasta la Escuela Militar de Bogotá, donde luego de bajarse del carro, aseguró que él no iba manejando, a pesar de que quedó registrado en un video. ¡Salud por los bandidos!
Ojalá la plata que recauden con estas sanciones se destinen a campañas de prevención sobre los efectos de conducir borracho, a mejorar el servicio de transporte público para que los beodos se sientan tranquilos y seguros a la hora de abordar un taxi o un bus, en mejorar las vías tanto de automóviles como las peatonales.
Preocupa que en un futuro estas leyes draconianas sean "interpretadas" por personajes con la mente del procurador Alejandro Ordóñez y terminen condenando el consumo de alcohol en general. Para qué hacer campañas de prevención si es más económico prohibir. Porque es más rentable sancionar y multar que educar.
Preocupa que puedan llegar a meterse con las libertades del ciudadano, como ya ha sucedido antes (dosis mínima, matrimonios entre parejas del mismo sexo). Ya quisiera el camandulero y quemalibros de Ordóñez poder hacer como en Uganda. Su Parlamento adoptó ayer un proyecto de ley que reprime la homosexualidad, e incluye la cadena perpetua para los gay "reincidentes". "Es un voto contra el demonio", dijo el diputado David Bahati, promotor de la ley.
Odiaría ver que se inicie una campaña en contra del alcohol como la que se inició contra el tabaco. Si de verdad quieren acabar con un vicio, debería atacar al Congreso. Endurecer las leyes que castigan a los políticos corruptos y a los contratistas avivatos. Todavía sorprende que un contratista como Emilio Tapia que, colinchado con concejales y el exalcalde de Bogotá Samuel Moreno, desfalcó a la capital en 1 billón de pesos. ¡Y el tipo puede que no pague ni un día de cárcel!
Dice Alexandra Rojas, Directora Ejecutiva del Fondo de Prevención Vial, que hasta dos personas al día mueren en Colombia por accidentes de tránsito relacionados con el alcohol. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reportó este año que al menos 8 millones de colombianos se van a la cama hambrientos. Y si las cifras de hace dos años (2011) de esta misma organización no se han modificado, al menos 14 niños mueren cada día de hambre en el país. El hambre mata más que los borrachos al volante.
Colombia está borracha de corrupción y hay que sancionar a quienes nos manejan ebrios de poder.
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