Hace pocos días, la expresidenta de Chile y ahora candidata nuevamente, Michelle Bachelet, decía en una entrevista algo que realmente invita a pensar sobre la forma como deben actuar quienes tienen responsabilidades políticas "Que no tengan una actitud burocrática y que entiendan las urgencias".
Y agregaba además, que las mejores decisiones se toman cuando "uno haya escuchado antes a todas las partes involucradas. Escuchar de verdad, empatizar, que es tan distinto de la simpatía, es esencial para gobernar".
Sin duda una reflexión que se debería poner en práctica, pues los países y las regiones se van llenando de conflictos y de frustraciones, porque la arrogancia de muchos de sus dirigentes hace que se alejen de lo que el pueblo percibe y sufre, llevando a que los problemas crezcan y a que los ciudadanos no sean interpretados en su real sentir.
Cuando no es posible identificar con claridad las urgencias, o lo que es peor, cuando estas se esconden, el problema comienza a corroer, a generar perjuicios, a conectarse con otras situaciones nocivas y a excluir a los ciudadanos de la acción del Estado.
Allí es cuando surgen el resentimiento, la frustración, la desigualdad y la negación de los derechos. Los responsables de atender los problemas se vuelven expertos en diagnósticos, pero impotentes para generar soluciones. Recurren a la enumeración de inconvenientes para justificar la falta de acción del gobierno, pero no son capaces de superar los obstáculos y de generar alternativas.
El resultado es, que los problemas crecen y con ellos la exclusión de los ciudadanos, que ven negados sus derechos y alejados sus anhelos para encontrar respuestas eficaces a sus preocupaciones.
Un Estado que no es creativo, que no es ágil y perseverante, se aleja de sus deberes y crea desigualdades sociales, a veces irreparables, que van a marcar el infortunado destino de sus asociados.
Pero lo que duele a muchos, es que a veces en áreas de bajo rendimiento o de constantes equivocaciones, sus titulares siguen campantes, atornillados, inmunes a las consecuencias y es aquí en donde la exclusión se incrementa y las urgencias no encuentran ninguna solución. Se privilegian personalismos, se anteponen elementos viciosos o simplemente se adopta una actitud pasiva e indiferente frente a los problemas, y el desorden y caos encuentran espacio para crecer y causar daño.
Qué buen pensamiento el de esta exmandataria, en donde ofrece un mensaje, de extrema urgencia, para sus colegas del continente.
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