Luis F. Gómez


En el mensaje de inicio de la cuaresma el papa Francisco hace énfasis en el poder salvador de la pobreza de Cristo. Y señala a su vez las tres formas de miseria que nos están carcomiendo en nuestra sociedad: La miseria material, la miseria moral y finalmente la miseria espiritual. Este tiempo de Cuaresma, que se inicia con el Miércoles de Ceniza, es un momento muy propicio para que trabajemos para erradicar las miserias de nuestro mundo y que comencemos por las miserias que se nos han metido en nuestra vida y en nuestro entorno.
La miseria material, es una afrenta a la dignidad humana, por ser una negación de las condiciones de posibilidad para que se dé la vida y que ésta se dé en abundancia, como Dios quiere que se dé. Así lo señala el papa: "La Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. Amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo". El compromiso cristiano está situado en la realidad, en nuestra historia, en el "aquí y ahora" y no podemos pasar de largo frente a las situaciones de indigencia y pobreza extrema, tampoco de las afrentosas inequidades que se viven en nuestro país. La fe nos debe llevar a un compromiso en el campo social. Hay, pues, una necesaria relación entre las dos. No puede haber una fractura, una brecha entre nuestra fe y nuestra acción social.
En segundo lugar, el papa habla de la miseria moral. La define como el volverse esclavos del pecado y del vicio. Es decir, de todo aquello que nos quita libertad y que nos hace perder vida y capacidad de amar. Igualmente se manifiesta cuando perdemos la esperanza en el horizonte de nuestra existencia, cuando el dinero, el poder, la vanidad, la afectividad se nos convierte en un ídolo, al cual idolatramos centrando nuestra vida en un círculo que nos termina estrangulando. La perspectiva del papa se debe aterrizar en decisiones existenciales en el trabajo por la justicia; colocando un techo a nuestro consumo desmedido; al cuidado del medio ambiente; al cuidado de nuestra salud; a llevar una vida saludable. La opción de fe toca esa cotidianidad, o si no de poco o nada serviría. El compromiso nos debe movilizar en muchos de los aspectos concretos de nuestra vida.
En tercer lugar, el papa Francisco pone el dedo en la llaga del cáncer de nuestra época: la miseria espiritual. Es la peor de todas. Es la negación de Dios. Es la negación a darle un sentido plenificante a nuestra vida. Es el rechazo del amor de Dios. Otra manera de ver el asunto es cuando consideramos, en nuestra vanidad y soberbia, que nosotros mismos nos bastamos. Que no necesitamos de un Ser Superior, perdiendo así la posibilidad de darle sentido a la vida.
Es tiempo de renovación. Que las palabras del papa sean un motivo para que nos revisemos. Todos, ¡que nadie se crea perfecto! Todos tenemos mucho que trabajarnos. Que esta Cuaresma sea un tiempo de Gracia de Dios.
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