Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
El pretexto era la clasificación. Se logró, así se ve entre los optimistas. Reniegan, ellos, de los embelecos matemáticos del fútbol para justificar derrotas o postergar éxitos. Colombia está en el Mundial. Lo ha logrado sin estrés, sin líos ni broncas, sin depender de Uruguay y Argentina tan dados a cuadrar resultados, cuando el barco los deja, ni de influencias arbitrales extrañas cuando la tabla se aprieta.
Ya se vio en Perú- Uruguay, con un árbitro argentino, de apellido Loustau, empeñado en encarrilar la clasificación de los charrúas. En la memoria está el empate entre ambos, argentinos y uruguayos, componenda de por medio, para sacar a Colombia y a Reinaldo Rueda, su técnico, por un gol de diferencia en 2002.
La Selección actual no admite indiferencia ni resignación. Al contrario, despierta un aliento festivo, de la tribuna apasionada. Es el sueño de todos, hecho realidad.
Termina un ciclo y empieza otro. Se ha competido con acierto, ganando o gustando, con dudas en el funcionamiento que nunca debilitaron la fe del hincha, pero sumando siempre. Se sabe que en el fútbol de hoy, sobre todo en este arduo torneo, se busca al ganador, no necesariamente a los mejores.
Para Pékerman y la Selección, ahora la cuesta se empina. No es lo mismo el clasificatorio actual, que jugar el mundial. La cosa es a otro precio y es allí donde veremos al verdadero Pékerman director técnico y no al Pékerman seleccionador, como se ha visto hasta ahora. El movimiento de fichas en la nómina no dependerá de presiones, ni de regiones y mucho menos de cotización en el mercado o de veteranía. Simplemente, deberán jugar los mejores.
No es lo mismo actuar hoy que en el mundial. No tienen el mismo comportamiento los jugadores buscando una plaza para la cita cumbre, que disputando un puesto para mostrarse al mundo en Brasil. Tantos de ellos, lo dice la experiencia, son mansos borregos un día y fieras enjauladas, el otro. Una mirada hacia atrás, permite corroborar lo afirmado. Tantos sueños se rompieron por el ego, por la vanidad en el camerino.
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