Cristóbal Trujillo Ramírez


Recientemente, el ICFES entregó los resultados de las pruebas Saber 11, o exámenes de ingreso a la educación superior, que deben presentar todos los estudiantes de las instituciones oficiales y privadas del país que actualmente cursan su último grado de estudio y aspiran a graduarse como bachilleres en este año 2013. Así mismo, la Universidad Nacional de Colombia publicó los resultados de los admitidos para el primer semestre de 2014, en todos sus programas de pregrado; igualmente la Universidad de Caldas adelanta este proceso, aunque con algún retraso, dadas las dificultades que institucionalmente se han tenido en el desarrollo del calendario académico del presente semestre; este procedimiento de admisión a la educación superior se vive en todo el país con condiciones similares; es pertinente reflexionar sobre el interrogante que ahora propongo: universidad, ¿para quién?
El interrogante parece fácil de contestar: para los mejores, para los que superen las exigencias académicas de la pruebas y, visto de esa manera tan desprevenida y tan llena de raciocinio lógico, parece una respuesta irrefutable; permítanme aportar algunos elementos que amplían el horizonte del análisis y relativizan, de manera significativa, esta casi absoluta respuesta. Las políticas del MEN en materia de articulación, se han orientado a promover entre los estudiantes de la educación media de las instituciones oficiales una serie de programas de desarrollo de competencias laborales específicas que desaniman a los estudiantes y a sus familias a pensar en la universidad como una posibilidad de educación.
Cada día este propósito para las familias de bajas condiciones económicas y sociales se torna en sueños inalcanzables; el Sena y las instituciones para el trabajo y el desarrollo humano se han convertido en el destino "más conveniente" para quienes egresan de los colegios públicos; de ahí que la apuesta por el acceso a la universidad deja de ser un objetivo de las familias y de la escuela, y se presenta el examen Saber 11 sencillamente porque es obligación para los colegios y sus rectores, pero no porque se tenga la esperanza de que sea la llave que abra la puerta de acceso a la educación superior.
Ante esta reflexión es fácil aducir que no todos podemos ir a la universidad, porque el mundo y la sociedad requieren de auxiliares, operadores, técnicos, tecnólogos, en fin, mano de obra indispensable en el crecimiento del Producto Interno Bruto de una nación, con lo cual yo estoy totalmente de acuerdo; pero, estoy en desacuerdo con que en los colegios oficiales del país no se motive el acceso a la universidad, como si ser profesional de Colombia fuese un privilegio de ciertos estratos. ¿Saben por qué? Sencillamente, porque ¿qué hubiese sido de mi vida si no hubiera tenido la oportunidad de ingresar a la Universidad Nacional y hacerme profesional de Colombia? Esas mismas posibilidades reclamo hoy para mis estudiantes y para todos los de los colegios públicos del país; me resisto a renunciar a un derecho patrio, a creer que los estudiantes de bajos estratos socioeconómicos nacieron sin el equipaje intelectual suficiente para ir a la universidad y que su maleta está cargada solo de guantes, overoles y herramientas que los ponen eternamente en el difícil mundo obrero.
Por eso considero oportuno compartir el pensamiento de Herbert Wells: "La historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe". Carrera que, con toda seguridad, ganará la educación, porque quienes han estado al lado de ella, han contribuido a superar la catástrofe de la ignorancia, de la opresión y de la desigualdad; por todo ello, exhorto a padres de familia, docentes, autoridades educativas y, principalmente a todos los jóvenes que terminan su bachillerato, para que no renuncien a ese derecho de concursar por un cupo en la universidad pública, además de que el sistema es incapaz de garantizar la continuidad de estudios para todos, no podemos renunciar a la posibilidad de competir con convicción por esos cupos que hoy por hoy parecieran reservados para aquellos de mejores condiciones socioeconómicas.
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