Flavio Restrepo Gómez


Hablamos hoy de la tragedia del Cervantes. Pero no de la del escritor que nos dejara obra inmortal, con Don Quijote de la Mancha, Don Miguel de Cervantes Saavedra, de quien escribiera con maestría Don Juan de Jáuregui: "Un retrato probable de Miguel de Cervantes", "Este que veys aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembaracada, de alegres ojos y de nariz corba, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veynte años que fueron de oro, los vigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seys, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los vnos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color uiua, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; este digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quixote de la Mancha, y del que hizo el Viage del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otra obras que andan por ahí descarriadas, quizá, sin el nombre de su dueño. Llamase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra". (Cervantes. - Novelas exemplares. Madrid, 1613. Prologo al lector).
Sería muy interesante hablar de las obras de Cervantes el escritor, pero tenemos que enfrentarnos a la realidad de hablar de las obras que no se hicieron y, de las que no se han hecho en el Cervantes de Manizales. Una muestra de nuestra realidad dolorosa, escrita con la sangre y con las vidas de compatriotas que murieron desamparados, ante la furia de una avalancha que tuvo mucho de predecible, esa misma por la que nadie hizo nada, hasta cuando ya la tragedia no tenía remedio. El tubo roto, dejaba escapar agua a raudales y se convertía en un lodazal, que en su camino imparable, arrasaba viviendas y calles, en el barrio Cervantes de Manizales.
Todo como un vergonzoso tributo a la improvisación y a la desidia, de los funcionarios públicos que manejaban Manizales por aquel entonces. 48 muertos, arrasados por la avalancha, muertos en descubierto, o aplastados por sus propios muros, sin poder defenderse de la furia del agua que caía a raudales, arrastraba lodo y se llevaba todo por delante. Todo. Si, sin dejar el menor atisbo de que la tragedia que se había anunciado habría podido ser mitigada, mientras los funcionarios, engolosinados en problemas de menor magnitud, se dedicaban a decir que allí no había ningún peligro, que cualquier emergencia podría ser controlada, haciendo pagar a la gente del barrio, el precio altísimo que representa la pérdida de sus vidas y la de sus pertenencias.
Pero no fueron solo las víctimas que perdieron allí su vida en forma aterradora, en situaciones desgarradoras, sino, la de familias enteras que vieron derrumbarse toda su vida en un instante, en el que la furia de la naturaleza, que en este caso era controlable, había perdido todo dominio, por la infame indiferencia de los burócratas de turno, que preocupados por menesteres que les parecían mayores, no le prestaron atención al presagiado y anunciado posible desenlace de una avalancha, ante las evidencias de fallas en los tubos conductores del acueducto, que mostraban deterioro, de unas laderas que gritaban sin ser oídas, que estaban completamente desestabilizadas y que nada, ni nadie las podría detener cuando convertidas en avalancha.
¿Quién o quiénes han pagado el costo político, el disciplinario, el penal, por este monumento a la falta de previsión y de vigilancia? Nadie. Porque en este país de burócratas insensibles, persona alguna, tuvo la culpa jamás por los problemas del tubo. Burócratas que salen a dar disculpas que no exculpan de responsabilidad a los que administraban la ciudad, ni a los que eran encargados de aguas de Manizales. ¿Quiénes son los responsables? No se sabe. Se chutan el problema como si estuviesen jugando "escondidas", eso en lo que uno, no se puede dejar ver, para que no lo toquen y le digan que "la lleva".
La firma Acuaterra realizó un estudio, contratada por Aguas de Manizales, en el que concluyen que hubo una falla en la ladera y un factor detonante, que fueron las lluvias intensas de la noche anterior a la tragedia. Acuaservicios por su parte, contratado por la comunidad, dijo que la responsabilidad era del sistema de acueducto, pues no determinó los problemas por la saturación del agua lluvia.
Lo cierto es, que a pesar de que Acuaterra sostiene que la capacidad de la tubería era más que suficiente para soportar la presión a la que el agua llegó, se produjo el que denominan golpe de ariete, con la obstrucción de la tubería por la presencia de unos baldes en unos sitios de reducción de la misma, y la realidad demostró que la tubería era menos que suficiente.
En fin mucho blablá, nada de explicaciones lógicas, que hagan pensar que la ciudad previó y estuvo adecuadamente preparada para prevenir, evitar o enfrentar la tragedia.
Lo que se hizo fue ir a discursar, casi con estupidez, después de que los acontecimientos habían pasado, de ver el barrio destruido, de encontrar los muertos que produjo la avalancha y de no encontrar los desaparecidos, que hoy continúan siendo una incógnita. La Alcaldía y sus funcionarios tomaron para si como defensa, ese dictado popular que no miente, según el cual: "Después de los acontecimientos, hasta los tontos, son sabios".
Manizales le debe explicaciones a las personas del barrio Cervantes; los entes de control, han estado demorados, pero esperamos determinen rápidamente, quiénes fueron los responsables y cuáles son los costos que tienen que pagar por negligencias, que costaron muchas vidas.
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