Bernardo Mejía


Cualquier ser humano puede padecer una enfermedad cuando menos se lo espera, o como dice la gente: "nadie tiene la vida comprada". Ahora que estamos viendo cómo evoluciona el proceso del manejo del cáncer de próstata que está padeciendo nuestro presidente, quiero hacer unas reflexiones sobre el manejo de la información del estado de la salud de nuestros gobernantes.
Este tema en particular, tanto a nivel nacional como internacional, deja mucho qué desear. Dice la historia que los últimos días de la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, uno de los más recordados presidentes de los Estados Unidos y que fue elegido por cuatro períodos, fueron manejados por su esposa, quien se encargó, no solo de gobernar a su país, sino de ocultar el verdadero estado de salud de su marido a la comunidad. En nuestro país se dice que Germán Montoya, el secretario general del presidente Barco, fue quien nos gobernó en las postrimerías de su gobierno.
No hace muchos días, por la incapacidad del vicepresidente Garzón, producto de un derrame cerebral, la información que recibimos no fue la mejor. En su momento y aún hoy en día ante la enfermedad que está padeciendo nuestro presidente, hay voces que dudan de su capacidad intelectual para reemplazar al doctor Santos. Finalmente, el derrame al parecer solo lo afectó para sus desplazamientos y actualmente está en terapia para su recuperación. De modo que las personas que están interesadas en que él no siga ocupando la vicepresidencia -y que eventualmente llegue a la Presidencia-, van a tener que buscar otro motivo, porque eso no les funcionó.
Hay otros dos casos de gobernantes actuales que están padeciendo dificultades en su salud. Uno es el gobernador de Sucre, Julio César Guerra Tulena, quien al parecer por su edad tiene constantes olvidos, y el más delicado, es el del alcalde de Cartagena, el comentarista deportivo Campo Elías Terán, quien está padeciendo de un cáncer de pulmón y prácticamente abandonó su ciudad y a sus gobernados, quienes poco saben de su estado de salud y se sienten perdidos.
El presidente Santos contrario a las anteriores prácticas, apenas se enteró de cuáles eran las dificultades de salud que estaba padeciendo, salió ante el país y explicó ampliamente, tanto él, como sus médicos tratantes, en qué consistía su enfermedad, el tratamiento que iba a seguir, las posibilidades de éxito y cómo iba a continuar con el manejo de su gobierno. Considero que así es como debe ser manejada la información cuando un gobernante padece de una enfermad de cierto riesgo.
Todos los gobernantes, tanto los que son nombrados y especialmente los que son elegidos por votación popular, están en la obligación de informar a la comunidad cuando estén enfermos -con cierta complejidad-, del estado real de su salud e informar sobre su evolución. En ese tema no puede haber especulaciones ni sorpresas. Los gobernantes que pusieron su nombre a consideración de la comunidad y ésta los apoyó con su voto, deben ser conscientes de que además del compromiso de ser un buen mandatario y de cumplir con sus promesas de campaña, también tienen que ser lo suficientemente honestos con los que lo eligieron para informarles claramente, cuando tengan dificultades con su salud, sobre su verdadero estado y cómo es su evolución.
Finalmente, me parece muy lamentable que el presidente Santos esté padeciendo de un cáncer de próstata y que tenga que pasar por todas las incomodidades que genera su proceso post-operatorio. Pueda ser que para bien del país y de su familia, se recupere lo más pronto posible. También me parece muy afortunado que su diagnóstico, con confirmaciones en el extranjero, se hayan dado inmediatamente. Infortunadamente con las dificultades que está teniendo nuestro sistema de salud, la mayoría de los colombianos no puede recibir ante una situación similar, un diagnóstico y un tratamiento ni siquiera un poco parecido.
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