Flavio Restrepo Gómez


¡Nunca más la violencia!
¡Nunca más la guerra!
¡Nunca más el terrorismo!
(Juan Pablo II)
El señor Presidente, Juan Manuel Santos, ha dado una buena noticia a todos los colombianos. Bueno, no a todos, porque hay unos pocos que intoxicados con valeriana, caminan descontrolados, profundamente turbados, porque cansados de esta guerra fratricida en que vivimos desde que tenemos memoria, la mayoría de los colombianos, apoyamos al Presidente en su política de paz. Un camino difícil de recorrer, sin duda, pero necesario, si queremos acabar de una vez, con decenios de terrorismo demencial y de violencia.
Colombia no puede seguir convertida en un país morgue, en el cual, la violencia de los violentos de todas las pelambres, de todas las corrientes, representa una realidad de terror, en la que mueren a diario muchos colombianos que no son actores del conflicto, muchos militares y policías que entregan su vida, tratando de defendernos de la barbarie de los criminales de todos los extremos, muchos campesinos convertidos en carne de cañón, en esta Patria sin dolientes, en donde la violencia ha sido tan buen e impune negocio para algunos, que han pisoteado el más elemental de los derechos, el derecho a la vida, en esa confrontación loca que conduce a ninguna parte.
Comenzar un proceso serio que abra las puertas del cerrado cofre en el que generaciones enteras escondieron la paz, como una manifestación de verdadera civilización, es el primer paso que tenemos que dar en la larga caminata que nos espera para reivindicarnos como nación digna. Un país donde el valor de la vida sea recobrado y la muerte violenta sea vista como un cáncer que había que extirpar, será sin duda un país mejor para las generaciones que nos sucedan, esas que nos estarán agradecidas, porque hicimos el esfuerzo de vivir civilizadamente y dejarles un mañana mejor, en el que puedan vivir tranquilos, sin miedo, sin la angustia del ataque aleve, del estallido artero, de la muerte como pan cotidiano, que se vende al por mayor y al detal, en este país, sufrido, lleno de víctimas y de verdugos inclementes.
Hacer la apuesta por la paz ha valido la pena ahora y siempre, porque será lo único que nos permitirá recobrar la dignidad perdida, disipar el estigma que llevamos como un INRI sobre nuestra nacionalidad, recuperar el respeto de los pueblos del mundo, en los que somos más conocidos, por las acciones de los violentos y de los asesinos.
La paz como propósito nacional, es mucho más que un acto de contrición, es la ejecución diaria de verdaderas acciones que demuestren que entramos en el camino del respeto al otro, que no solucionamos los problemas con el estilo que nos ha caracterizado siempre, el machete, la ráfaga de armas, la granada que rompe y vuelve añicos personas y cosas, la mina que quiebra patas y rompe vidas, la bomba que estalla y hace volar en átomos todo en rededor, sembrando miedo y dejando una estela de desolación y pánico colectivo, que nos hacen vivir a la defensiva, siempre en actitud de ataque o agresión.
Por la acción audaz del presidente Santos vale la pena recordar este fragmento del Compromiso común a favor de la Paz, en Asís, 25 de enero, 2002:
1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de que la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu..., condenando todo recurso a la violencia y a la guerra..., nos comprometemos a hacer todo lo que nos sea posible para desarraigar las causas del terrorismo (Bhai Sahibji Mohinder Singh) .
2. Nos comprometemos a educar a la gente en el respeto y la estima mutuos para favorecer una convivencia fraterna y pacífica entre personas... (patriarcado ortodoxo de Moscú).
3. Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo para que crezcan la comprensión y la confianza recíproca entre individuos y pueblos, siendo éstas las premisas de la paz auténtica (patriarcado ortodoxo de Serbia).
4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona humana a vivir una existencia digna, según la propia identidad cultural y a formar libremente una familia (Jeque musulmán).
5. Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro imposible a superar, sino por el contrario reconociendo que el encuentro con la diversidad de los demás puede convertirse en una oportunidad para mejorar la comprensión recíproca (Iglesia ortodoxa de Chipre).
6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y prejuicios del pasado y del presente, y a apoyarnos en el común esfuerzo por derrotar el egoísmo y la prepotencia, el odio y la violencia, así como a aprender del pasado que la paz sin la justicia no es una auténtica paz (confuciano).
7. Nos comprometemos a estar de la parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, haciéndonos portavoces de quien no tiene voz y trabajando concretamente para superar tales situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo (musulmán).
8. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas para dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz (budista).
9. Nos comprometemos a alentar toda iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico, cuando falta un entendimiento solidario entre los pueblos, expone al mundo a crecientes riesgos de destrucción y muerte (judaísmo).
10. ...proclamaremos sin descanso que la paz y la justicia son inseparables y que la paz y la justicia son el único camino por el que la humanidad puede avanzar hacia un futuro de esperanza. En un mundo en el que sus fronteras cada vez están más abiertas, y las distancias son más breves a causa de una amplia red de comunicaciones, estamos convencidos de que la seguridad, la libertad y la paz nunca serán garantizadas por la fuerza, sino por el entendimiento mutuo (Mesach Krisetya).
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