José Jaramillo


Una manera de expresar los dirigentes su incapacidad es buscando a quién echarle la culpa de sus fracasos. Y cuando una comunidad organizada salva las situaciones adversas con sus recursos, y saca, como es obvio, algún provecho, entonces aparecen "las lloronas" a decir que les robaron. Hay dos ejemplos contundentes en el país, con ramificaciones en el entorno geográfico de cada uno: Cali y Medellín. En la época más dramática de los carteles de la droga, cuando los capos del narcotráfico permearon los negocios y la política, pusieron sus fichas en la administración pública y hasta se metieron algunos en la alta sociedad, a través de terceros "distinguidos" que se prestaron para el juego, algunas personas representativas, empresarios y políticos, se recogieron en sus "cuarteles de invierno" a mirar de lejos cómo se desenvolvía la situación y otras se dejaron seducir y aprovecharon la oportunidad para escalar posiciones políticas y hacerse ricas.
En Cali, por ejemplo, los dirigentes importantes, dueños de las grandes empresas y figuras en la administración pública, se desaparecieron y dejaron la ciudad en manos de una nueva clase de arribistas, que se adueñaron de bancos, equipos de fútbol, empresas de servicios públicos, cargos administrativos del gobierno y corporaciones representativas de toda índole, para refugiarse a vivir de sus rentas en Bogotá, Miami o Madrid. Las excepciones son mínimas. En cambio, en Medellín, mucha gente de bien resistió la borrasca de la convulsionada época de Pablo Escobar, y protegió los negocios emblemáticos de su economía y las empresas públicas, patrimonio de la comunidad. Los resultados saltan a la vista. Cali y el Valle del Cauca no se reponen de la crisis, sus dirigentes políticos son una vergüenza, los otrora gloriosos equipos de fútbol andan por las segundas divisiones, los grandes señores desaparecieron y de los barrios residenciales más exclusivos se apoderaron los mafiosos, erradicando a la gente de bien, que se fue de huida de carros blindados, equipos de sonido altisonantes y estrambóticos cuerpos de seguridad. Medellín, en cambio, es una de las 10 mejores ciudades del mundo, sus grupos empresariales juegan en las grandes ligas de los negocios y las entidades industriales y comerciales, propiedad del municipio o del departamento de Antioquia, son tan poderosas que pueden comprar, en Colombia o en otros países, cualquier empresa que esté en dificultades económicas, víctima de malos manejos, para recuperarla y hacerla productiva. Eso sí, sacando de las administraciones a politiqueros y malos funcionarios, eliminando gastos inoficiosos y saneando las nóminas, para situarlas en sus justas proporciones.
De modo que las "lloronas", en vez de decir que quien salvó la empresa quebrada con su plata, y la puso a producir utilidades, se la robó, lo que tienen que hacer es aprender a manejar los bienes públicos con honradez y eficiencia.
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