Jorge Raad


Tradicionalmente los servicios personales de las universidades del Estado demandan la inversión de la mayoría del presupuesto enviado desde las diferentes reparticiones estatales, de acuerdo a la naturaleza jurídica de cada universidad: Nacional, departamental o distrital.
Una verdad incontrovertible es que el pago de los servicios de los docentes y los funcionarios debe provenir exclusivamente del ente estatal, del cual depende cada institución. Esta regla no debe ser violada por ningún colectivo superior de dirección universitaria y menos por la autoridad ejecutiva cuando se elaboran los presupuestos.
Si se necesita y se encuentra una fuente diferente de dinero para pagar a los servidores de la entidad incluyendo los pensionados a su cargo, se ha entrado en una peligrosa tendencia hacia la privatización de la universidad estatal.
Las universidades colombianas estatales tienen importantes necesidades de presupuestos para cumplir cabalmente con sus misiones inicialmente definidas desde hace más de 200 años, aunque la concepción de la universidad moderna viene desde hace varios siglos. Estas instituciones no son para producir lucro. Si ello sucede o se pretende es un contrasentido del Estado, por falta de apoyo, frente a sus universidades.
Indudablemente las universidades del Estado pueden vender servicios en las áreas de investigación y proyección con la indefectible participación de docentes y estudiantes de todos los niveles. Para reiterar, las universidades no son institutos de investigación exclusivos y todo debe hacerse con sentido de la formación de sus catecúmenos y si ello no sucede, la misión de universidad se ve comprometida.
Para hacer investigación y a través de ella producir artículos de inmejorable calidad en cualquiera de las áreas de la ciencia, la tecnología, el humanismo o las artes con todas sus variantes, se requiere de docentes dedicados con intensidad suficiente a su labor universitaria. Igual sucede con las patentes, productos de gran importancia para las universidades, provenientes de experimentos construidos sobre las bases sólidas del análisis, el desarrollo y la reproducibilidad de lo nuevo.
Para lograr la presencia efectiva de docentes vinculados a la esencia de la universidad incluyendo la proyección de la misma, hay que contar con profesores comprometidos de las más elevadas cualidades que puedan existir: Profesionales, simples y llanos que también son necesarios o con maestría o especialización o doctorado. Un profesor universitario debe estar muy lejos, en el extremo superior, del promedio profesional. Por lo que se espera de ellos lo superlativo.
Al docente universitario, y a los demás, que va a formar a las nuevas generaciones hay que ofrecerles ventajas que les permitan estar en el medio propio con los mejores estándares de vida. Verídico, existen docentes que hacen su inmejorable trabajo como una proyección adicional de su vida y su existencia básica no depende de una remuneración universitaria pero su vinculación presencial es mínima.
Hay dos factores que las universidades deben enlazar para ofrecer garantías a sus docentes. La primera es lograr tener una planta docente estable con adecuada dedicación horaria que cumple una doble función: Beneficio para el docente y paralelamente de la institución, que por este camino la sociedad obtenga resultados evidentes y permanentes de su vinculación. La segunda es la remuneración adecuada que fue establecida y organizada por la Ley 4 de 1992, luego modificada y adicionada por diferentes normas.
Una muestra de los emolumentos universitarios estatales indica que la asignación de la hora cátedra oscila entre $14.451 y $38.621, lo que se debe complementar con la proporción de catedráticos y ocasionales que se hallan entre 0% y 79% en cada categoría. Estas cifras merecen análisis especiales.
Los docentes y las universidades deben tener compromisos indisolubles mientras dure la vinculación de los profesores. Estos deben progresar continuamente hacia la excelencia o mantener este máximo nivel.
Los docentes de tiempo completo o medio, los catedráticos en justas proporciones y los ocasionales en su temporalidad, tienen que responder a las necesidades de la universidad que deben correlacionarse con los anhelos personales.
Nota: En fase de espera el proceso del Hospital Universitario.
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