Luis F. Gómez


La ley de endurecimiento de las sanciones a través de multas a los borrachos que conducen vehículos comenzó a dar buenos resultados. Los índices de mortalidad por accidentes con conductores bajo la influencia del alcohol disminuyeron. Los comparendos por conducir en estado de embriaguez se redujeron sensiblemente, no obstante el reforzamiento de los controles policiales. Se está logrando el objetivo de la norma, se están preservando vidas humanas y reduciendo la probabilidad de heridos. El famoso coctel de alcohol de gasolina, que tantos muertos ha producido en el país, comienza a desaparecer.
La dureza de las penas, que incluyen multa, suspensión de la licencia de conducir, inmovilización del vehículo y trabajo social, acompañada de una alta probabilidad de aplicación de la sanción, es decir, que no haya impunidad, es uno de los esquemas de control estatal más eficientes. Si la policía se mantiene en los operativos y no se deja cabida a la corrupción de deslizar unos billetes de cincuenta mil pesos para impedir el cumplimiento de la ley, el sistema seguirá dando frutos.
Paralelamente al endurecimiento de las sanciones, es muy urgente seguir trabajando la cultura ciudadana. No todo puede arreglarse en nuestra sociedad a punta de castigos. Este es un nivel, necesario sí, pero no único de organización social. Es menester que también se trabaje muy a fondo lo que implica ser ciudadano y ser buen ciudadano. La cultura ciudadana que envuelve en el fondo una interiorización de muchos valores de convivencia social y de un control ciudadano rápido y espontáneo, es la vía más sostenible para la transformación de nuestras formas de vida en común. La presión social debe apoyar decididamente la protección de los bienes e intereses colectivos.
Colombia comienza a darse cuenta que muchas tragedias que se nos habían convertido en cotidianas y como "inevitables" sí pueden evitarse. ¡El estado de cosas sí puede ser diferente! Y esta convicción es la que nos puede dinamizar cambios profundos en distintas órbitas de nuestra vida social, ya lo estamos logrando con los conductores borrachos. Sigamos con los padres irresponsables que no cumplen con el sustento de los hijos; con los funcionarios públicos que abusan de su autoridad; de los profesores que no preparan sus clases; de los irresponsables que venden o colocan pólvora en manos de menores. Tenemos muchos frentes para trabajar y es posible hacerlo.
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