Andrés Hurtado


Tenemos ya a Gunther y a su esposa en la reserva de Meremberg. De joven quiso estudiar silvicultura para dedicarse al cuidado de los bosques de su tierra. Ahora su interés se volcaría en los bosques de niebla del Nuevo Mundo. Además debería dedicarse a conocer a la gente de la región, cuyas costumbres y mentalidad eran tan diferentes a las de sus paisanos alemanes. Ya había decidido entregar toda su vida y energías a cuidar los bosques de la reserva que su suegro Kart Kohlsdorf había fundado.
Así escribió: "Contando como testigos a los monos aulladores, a los carpinteros, propietarios eternos de los robles centenarios, a los yátaros y a miles de pajarillos cantarines, a la orilla de una rumorosa y límpida quebrada, juré solemnemente que no sería inferior a la misión transferida por el doctor Karl Kohlsdorf y que defendería hasta con mi propia vida la suerte futura de Meremberg".
Volvamos al principio de esta serie de artículos sobre el Huila y Meremberg. Ya contamos cómo el doctor Karl fundó la reserva, recibió apoyo de empresas alemanas de Colombia, ayuda que se truncó cuando Colombia declaró la guerra a Alemania en 1943. Ya había construido Karl una preciosa casa de madera en la reserva en 1932. La casa pertenece al estilo block house canadiense, de troncos, bellísima. En esa casa dormí cuando visité hace algunos años Meremberg. En el mismo año de 1932 llegaron de Alemania la esposa de Karl, Elfrids y sus dos hijos, Mechthild de 12 años y Helmut de 10. Mechthild sería la enfermera de nuestro relato.
Vinieron luego años duros en la vida de la reserva, nos lo recuerda Liberio Jiménez. Para ayudarse intentaron sembrar papa pero el sueño resultó demasiado húmedo para el tubérculo. Entonces, conservando intactos los bosques preparó potreros para el pasto de ganadería. Pero la situación seguía difícil. En estas circunstancias un hecho impensable vino a solventar un poco la situación. La construcción de la carretera Popayán-La Plata trajo aparejada la tropa de ingenieros, obreros y acompañantes que utilizaron la finca como dormitorio y cocina y además Karl fue empleado como asistente de topografía. Pero lo que en un principio fue una bendición, la carretera, se convirtió en maldición: la carretera trajo colonos de ambos lados de la cordillera. Y los colonos son, por naturaleza, enemigos de los bosques. La lucha contra los nuevos depredadores fue terrible y el doctor Karl gastó sus energías en ella, y así murió en 1945. La viuda, Elfrids, siguió sosteniendo la reserva con ayuda de Helmut. Entonces fue cuando solicitó a su hija la enfermera que estaba en Alemania que se viniera a meter el hombro con ayuda del soldado, su esposo. Llegaron en 1948, como ya dijimos. Y aquí empatamos las dos historias.
Todas estas tierras aledañas al volcán Puracé pertenecieron desde los días de la independencia al general Tomás Cipriano de Mosquera, pasaron luego a la familia Mosquera de Popayán y luego a otros terratenientes.
Eran los días de la "violencia política" y la zona estaba en constante litigio entre los dos departamentos. Había cerca una inspección de policía en el corregimiento de Santa Leticia y dependía del municipio de Puracé, del Cauca y del otro lado, también cerca, la inspección de policía de Moscopán, dependiente del municipio de La Plata en el Huila. Estos datos, repito, los tomo con permiso del libro de Liberio Jiménez.
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