Luis F. Gómez


La Federación Nacional de Cafeteros está en una crisis profunda. Uno de los más bonitos ejemplos de organización gremial democrática y con proyección en la política de su sector, está bien aporreado. Y no solo por la negociación que hizo el Gobierno con los dirigentes de las vías de hecho, sino por la falta de sintonía con la base caficultora, por la brecha creciente entre las preocupaciones de corto y largo plazo en el manejo de los temas cafeteros, por la ausencia de renovación importante en la dirigencia, por la falta de creatividad y oportunidad en las medidas que se adoptaban. Por ello, las razones de la renuncia del dirigente caldense Mario Gómez Estrada no están completas.
A su vez, la posición que expresó el gerente general de la Federación en escritos que hizo luego de la negociación del paro, es realmente cínica. Las alabanzas a la solución lograda son proporcionales a la manifestación de ineptitud. Recordemos la manera como evitó el debate al documento que hicieron varios de los directivos del Banco de la República, en el que hicieron notar la necesidad de cambiar a fondo la estrategia cafetera del país, para asegurar su sostenibilidad. Por ello, nos parece bien oportuna la solicitud del Comité Departamental de Cafeteros de Caldas, en la cual pide la renuncia del gerente general y la convocatoria inmediata a un Congreso Cafetero.
Lo más grave es que la solución obtenida para el 2013, que implicó una generosidad fiscal muy grande del Gobierno, es muy difícil sostenerla en el tiempo. Las soluciones de fondo para la caficultura están pendientes. No se ha hecho la tarea. No parece haber la voluntad política de hacerla, pues tiene seguramente muchos costos políticos. Pero no hacerla, implica no ser responsable con el futuro cafetero.
La institucionalidad está en crisis. Pero tomemos conciencia que es muy común que las instituciones que no comienzan a dar respuestas a sectores en crisis, terminan sobrepasadas por los hechos. Y esto es lo que le está ocurriendo a Federacafé. Pero no vayamos a caer en la tentación de propinarle más golpes a la Institucionalidad, y tampoco caigamos en una mentira de "aquí no pasa nada, sigamos como venimos", pues la renovación no hay que hacérsela únicamente a los cultivos, sino a la institucionalidad. Es sana la renuncia de Mario Gómez. Hay que dejar que la representación cambie de caras, pero el problema no es ese solamente. Está más profundo.
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