Jorge Alberto Gutierrez


Llevamos mucho tiempo hablando del Centro Histórico de Manizales, en esta discusión están los intelectuales que defienden su conservación, los iconoclastas que oyen con desdén a los anteriores, los constructores que se babean por echar a una escombrera los residuos de su añorada demolición, los nostálgicos que llegan al orgasmo con cuanto balaustre o capitel se atraviesa en su camino, los tremendistas que con voz impostada dicen que el centro se acabó, los vendedores de mercado y de ilusiones, que junto con los proxenetas y los ladrones se han venido tomando el centro calle a calle y a quienes no les conviene ningún asomo de civilidad, y así sucesivamente atosigando la voz de la historia que reclama una segunda oportunidad sobre la tierra, ésta vez definitiva y para siempre.
Urge entonces, con mayor razón ahora que estamos en la tarea renovadora del Plan de Ordenamiento Territorial, que nos detengamos a preguntarnos: ¿Qué tenemos y por qué en el aparente mutismo de las palaciegas edificaciones subyace un patrimonio que nos puede restaurar la autoestima colectiva, y develarnos las claves de un futuro de tierra prometida?
Empecemos por imaginarnos aquel centro a finales de la década del veinte y principios de los años treinta, el entusiasmo modernizador apoderado de la gente, la innovación, el Banco del Ruiz, el Teatro Olympia con sopranos llegadas a lomo de mula desde los camerinos del viejo mundo, arquitectos hablando en "lengua de niños" como describe García Márquez el idioma de los italianos, una sociedad que hasta se atrevió a ofrecerle una "tierrita" en las laderas de Caldas al romano pontífice para resarcirle al papado los "desmanes" de Mussolini, las colonias y divisas extranjeras, el ferrocarril con su taquilla de las mil y una noches1, los cables aéreos que contemplaban extenderse por el mar a las tierras aún desconocidas, pero promisorias del lejano oriente, la crisis de los años treinta, la pobreza y la exclusión de siempre.
Esa ciudad tenía su génesis en la riqueza extraída de la tierra, una economía agrícola que creó su propio sistema para exportar el café a los consumidores del norte y que aprovechó la crisis causada por dos endemoniados incendios para modernizar los aspectos más relevantes de su vida cotidiana. La ciudad como hecho económico de primer orden es la respuesta al tire y afloje de las fuerzas del mercado, y su morfología depende de la contribución que éstas mismas fuerzas le aportan a la cultura democrática.
El ejercicio democrático, entendido como el derecho de todo ciudadano a participar en "igualdad de condiciones" de las ventajas de vivir en sociedad; tiene su representación en el espacio público, escenario de encuentro de distintas clases sociales, a él confluyen todos los intereses por contrapuestos que parezcan; pero el espacio público no está compuesto solo por calles, plazas y parques, hacen parte esencial de su estructura las fachadas de los edificios, por cuanto son ellas las que le confieren la calidad a los espacios urbanos, pero también hace parte el paisaje y el patrimonio material, pues de ellos depende la identidad de la ciudad.
Todo es patrimonio pero no todo es digno de preservación, en ese orden de ideas es necesaria una valoración rigurosa para determinar que debe protegerse y para qué. El Centro Republicano, por ser testigo de un trozo enorme de la historia nacional, en aspectos arquitectónicos, económicos y sociales, es una de las vetas de renacimiento económico más fuerte que tenemos, pero solo si somos capaces de jalonarlo al presente para catapultarlo más allá del día de hoy; en primer lugar hay que encontrar una estrategia que abarque a la Región Centro Sur del Departamento, "Estoy con Manizales" propone, con gran aceptación ciudadana, una ciudad "región" cuyo desarrollo esté basado en el conocimiento, iniciativa que cualifica otras propuestas anteriores como "Ciudad Universitaria" y "Eje del Conocimiento" porque involucra la industria y demás medios de producción, la biodiversidad, el "Paisaje Cultural Cafetero" entre otros potenciales con que cuentan la ciudad y la región, incluso la actual Administración Municipal toma de esta propuesta la visión construida por ese heterogéneo grupo ciudadano, para darle cobijo al Plan de Desarrollo 2012- 2015.
De aceptarse las bases arriba señaladas para una transformación económica de largo aliento, la ciudad deberá diseñarse en consecuencia: El espacio público y sus equipamientos serían el resultado lógico de esta estrategia, y la ciudad se trasformaría en un gran "Campus" del conocimiento, el saber y la cultura. El Centro entonces recuperaría el lugar que le tiene reservado la historia, las habitaciones de la burguesía de la primera mitad del siglo XX serían convertidas en hoteles, residencias estudiantiles, centros de innovación y emprendimiento, museos de arte y de desarrollo urbano, casas e institutos de cultura, centros de turismo, expendios para el café más suave del mundo, librerías, tiendas de lujo, mercados para los nuevos residentes, las instituciones que han venido desertando de su hábitat natural volverían como el hijo prodigo, a ocupar los espacios abandonados y la vivienda con sus niños, sus ancianos, sus amas de casa y sus necesidades regresarían al sitio que les pertenece.
Esta estrategia sería complementada por un turismo cultural y ecológico, Manizales y las ciudades del entorno colonizado por los antioqueños, ricas en arquitectura y costumbres ancestrales como Salamina, Aguadas, Neira por ejemplo, hacen parte de un paisaje que la humanidad se ha reservado para sí y que de ser admitido por nosotros como una jugosa fuente de ingresos, nos permitiría atraer a los viajeros del mundo para satisfacer su necesidad de buscar un lugar genuino para soslayarse.
Los centros de muchas ciudades de Latinoamérica, incluidos algunos de los más importantes de Colombia, que han sufrido iguales o peores acaboses, han seducido con éxito a los habitantes desalojados por la intromisión del deterioro, para que regresen y modifiquen las condiciones aberrantes en que se han convertido los lugares que les dieron origen; aquello de que "de las cenizas renace el fuego con mayor violencia", que ya experimentamos con creces en los años veinte, puede ser una luz de esperanza en esta inaplazable cruzada.
1 Puede contemplarse en el vestíbulo de la Universidad Autónoma.
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