Jorge Raad


Hay un tema en la ciencia médica colombiana que merece ser investigado con urgencia: La calidad de la medicina que se practica en el país. Varias veces se han planteado hipótesis en los dos sentidos que permite la investigación cualitativa sobre la cuestión: Es buena o es mala, pero aquí como en todas las acciones o evaluaciones de los seres humanos, se deben encontrar matices que oscilan entre lo blanco y negro del ejercicio médico. Lamentablemente, el tiempo pasa y son más las afirmaciones en ambos sentidos, sin sustentos técnicos.
Las aseveraciones sobre la mala calidad de la medicina que se practica en el país son, en la mayoría de los casos, sesgadas por variadas razones que impiden el verdadero estudio del tema que consta de muchas variables, las cuales no dependen exclusivamente de los médicos como trata de endilgárseles a priori, en algunos comentarios.
En los casos de mala medicina, las afirmaciones se hacen porque se identifican fallas en la atención médica tanto en una institución, en un sector de la población o en una ciudad, pero carecen de la sustentación científica para determinar la calidad general de la medicina que se ejerce en Colombia. Los pacientes tienen derecho a recibir una atención en salud de buena calidad. Las entidades responsables por ello deben mantener un mínimo estandarizado de acciones que le permitan al menos al paciente recibir oportunamente los cuidados de una ciencia construida para el servicio de todos los seres humanos, sin distinción de ninguna clase.
De otro lado, se dice que la medicina en Colombia es de buena calidad. Ante esta afirmación, también hay que considerar las mismas posibilidades de no tener una adecuada fundamentación aunque indiscutiblemente, en términos generales existen instituciones en donde se practica una excelente medicina y hay médicos, en todo el país, que sin estar vinculados a ellas, también son dueños de un óptimo ejercicio médico.
En fin, sólo las entidades académicas y gremiales, diseminadas en el país, tienen las herramientas para plantear, conducir y comunicar los resultados que deben servir a todas las Escuelas Médicas, a las instituciones de atención en salud y al mismo gobierno, que es el responsable oficial de la Vigilancia y Control. De allí deberán sobrevenir las medidas correctivas por la vía administrativa o por la ley.
En la calidad de la medicina, diferente a la calidad de los médicos aunque éstos sean actores de primera línea con su aptitud y actitud, los factores externos ocupan un lugar preponderante en la evaluación final de la misma.
El pasado 31 de mayo del 2013, se presentó finalmente el Plan Decenal de Salud Pública para el país para el período desde el 2012 (?) al 2021. En los cuadros y tablas al final del extenso documento, se encuentran unas cifran que deben hacer meditar de inmediato y profundamente a los directivos de las Escuelas Médicas, en donde no basta la Acreditación, y de las instituciones de salud. Hay que recordar que en el país hay 160 médicos por 100.000 habitantes, Caldas tiene 140 y Bogotá 325, el problema puede ser o no de números, con todo ello hay que hacer otras consideraciones.
Pero lo que verdaderamente causa inquietud, por decir lo menos, son los diagnósticos que hacen los médicos, con la complicidad o no de asuntos que les competen a las instituciones de salud. Entre las diez primeras causas de morbilidad derivadas de hospitalización, 933.599 egresos, se encuentran el 12% de diagnósticos finales como: Dolores abdominales; diarreas de presunto origen infeccioso; fiebre o cefalea. ¡Nada más lejos de una buena medicina!
Igual ocurrió en los servicios de urgencias con el 24% de 1.952.564 atenciones, a lo que se agrega nausea y vómito. ¡No es una buena medicina! Y para terminar el cuadro, el 14.2% de los 16.319.171 casos en las consultas externas, se repiten los diagnósticos y se agrega parasitosis intestinal no especificada. ¡Mala medicina! ¿Cómo se formularon estos pacientes?
Nota: ¡A pocos les importa un hospital Universitario!
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