Alvaro Segura


Tenía pensado titular este artículo ‘El despelote en la U. de Caldas’, no solo por el significado más común cuando utilizamos la palabra despelote que es ‘alborotarse, disparatar, perder el tino o la formalidad’, según reza el diccionario de la RAE, sino porque además dicha palabra tiene otra acepción que es ‘desnudarse, quitarse la ropa’, que fue también lo que hicieron algunos estudiantes, hace unos 10 días, cuando marcharon en calzoncillos, unos, y con el torso desnudo y pintado, otras, por calles de Manizales, en una de sus habituales y simbólicas protestas con las que a mi juicio nada se logra, salvo si lo que quiere es ratificar que las jóvenes de cuerpos esbeltos y de bellos atributos físicos se esconden para estas convocatorias.
Pero el paro en el que entró la otra universidad pública de la ciudad, la Nacional sede Manizales, con dificultades parecidas, pero con problemas internos menos delicados que la de Caldas, al igual que la noticia sobre la cancelación del semestre en la Tecnológica de Pereira, eso sin hablar del polvorín que hay en la Nacional de Bogotá, de los conflictos en la de Antioquia, de los desórdenes y caos en la Pedagógica y Tecnológica de Tunja, en fin, me llevan a concluir que hoy más que nunca la universidad pública en Colombia es anárquica.
Y es anárquica porque se volvió así, aunque los conflictos en estos centros de educación superior han sido de casi siempre, pero acrecentados desde la onda revolucionaria de los años 70 cuando la influencia subversiva permeó los claustros y se quedó allí generando discusiones acerca de la realidad nacional e internacional, de las doctrinas políticas y revolucionarias, de las luchas de clases, de la política agraria, de la distribución de tierras, de la violencia y del aparato militar, entre muchos otros temas coyunturales.
Sería imposible que no existiera esa influencia, más cuando en la universidad, por su característica de universalidad, donde todo se ve desde diferentes ópticas; donde el pobre, el de clase media y el rico discuten abiertamente lo que pasa afuera y adentro, sin máscaras y sin tapujos, hay diversidad opiniones y de criterios, y donde todos asumen que ese espacio de aprendizaje les pertenece pues la educación es popular, cómo esperar que tenga el mismo desenvolvimiento de la universidad privada que ofrece aprendizaje y conocimiento pero no permite influencias internas ni externas.
Infortunadamente la anarquía llegó y se impuso, y ahora todo se sabe al minuto y en tiempo real gracias al internet, por el celular y por las imparables y avasallantes redes sociales, a diferencia de tiempos pasados, incluso no muy lejanos, cuando las cosas se tardaban más en saberse y compartirse, y uno se enteraba y podía ver resultados de convocatorias y manifestaciones días y hasta semanas después.
Y digo que hay anarquía pues las reglas se rompieron, nadie las cumple, y en la de Caldas peor. Sorprendentemente muchas cosas funcionan allí sin protocolos, sin formalismos y el derecho a la protesta y a la diferencia existe. Pero también se violan cotidianamente, como por ejemplo durante este largo mes de debates, de acusaciones, de verdades, de mentiras, de declaraciones, de impugnaciones, de respuestas, en fin.
Primero era la aspiración del rector Ricardo Gómez Giraldo a su segunda reelección el centro de la disputa y de la posición inflexible de profesores y de estudiantes, casi generalizada. No estaba de acuerdo yo con su continuidad, no porque sus ejecutorias administrativas lo rajaran, al contrario logró grandes cosas para la Universidad que le permitirán a ésta posicionarse y aprovechar para su bienestar todo lo alcanzado, sino porque cuando en una institución pública tan variable no hay química entre la cabeza y el resto del organismo, es mejor operar de una.
Se demoró un poco en declinar su interés de continuar en la rectoría el doctor Gómez Giraldo pues se trataba de un pulso de poderes y de vanidades, y cuando dijo que no iba más ya todos estaban envalentonados, y entonces como vieron que podían se fueron contra el Consejo Superior y las decisiones de este órgano supremo, que igual se dejó llevar. Por eso también le apuntaron al Consejo Académico. Y cuando todo se disparó sin rumbo, cuando los estudiantes y profesores querían más cosas, el panorama fue de crisis y se comenzó a romper la unidad de los grupos, como suele suceder en pugnas de poderes.
¿Qué vemos hoy? Que cuando ya muchos de los poco más de 15 mil estudiantes, perjudicados y a punto de perder el semestre (como en el caso de la Tecnológica de Pereira) y que querían reiniciar estudios aún contra la voluntad de algunos de los que bloquean la Universidad, pues tuvieron que frenar su ímpetu de lucha y permitir por votación si volvían o no a clases.
A todos les pasó igual. Se dejaron llevar o se fueron hasta los extremos. El rector casi no declina su intención de reelegirse, y cuando lo hizo guardó silencio por casi dos semanas, el pasado jueves llamó al diálogo y al entendimiento; el Presidente del Consejo Superior también demoró en volver a convocar, aunque siempre pidió el desbloqueo que valga decirlo a mi juicio es una presión indebida, incómoda y peligrosa; los profesores, pues hay muchos inflexibles y otros más abiertos, pero la mayoría estaban contra el rector, y los estudiantes que son un buen número los que protestan y luchan, pero que pueden ser apenas una cuarta parte del total de esa comunidad, dieron muestras de unidad, algo importante, pero siempre fueron muy cerrados, incluso a la crítica. Ojalá y esta la acepten, aunque hay reclamos muy válidos.
Lo que viene es quizás lo más difícil, sin embargo hay que continuar. La Universidad no se puede acabar y menos debilitar. Pero es importante dentro de tantas discusiones que se vienen acabar con la anarquía, alguien tiene que mandar, respetando los derechos naturalmente. Y celebro que tanto que pasó en este mes no hubiera generado desmanes y actos violentos en la ciudad, aunque hay que lamentar que siempre de esto quedan daños y destrozos que valen mucho. Y ojo a los estudiantes de la Nacional, esa joya que hoy se tiene, con algunos problemas y dificultades, no la vayan a fracturar. Al frente hay muchas muestras de lo que son protesta impensadas.
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