Jorge Alberto Gutierrez


"Por considerarlo de actualidad en estos momentos cuando se discute con gran interés sobre el Plano Futuro de la Ciudad, damos a conocer el informe del profesor Karl Brunner sobre el desarrollo de la ciudad…..", así introdujo la revista de la Cámara de Comercio de Manizales la publicación de la conferencia dictada por el destacado urbanista el 3 de mayo de 1940.
Igualmente, ahora que se discute el Plan de Ordenamiento Territorial, me permito hacer una síntesis y algunas transcripciones literales en bastardilla y entre comillas, de los aspectos más relevantes del trabajo de Brunner que a mi juicio siguen vigentes y que podrían contribuir, de retomarse el rumbo, a que Manizales recupere entre otras muchas cosas, su vocación de montaña.
Enrique Olaya Herrera invitó en el año de 1933 al arquitecto y urbanista austríaco Karl Brunner a trabajar en el Plan de Ordenamiento Urbano de Bogotá, su gran conocimiento y participación en los procesos de formación de las ciudades más destacadas de Latinoamérica, lo acreditaban como uno de los profesionales mejor capacitados para que la capital de Colombia estuviese a la altura de las más importantes del continente, obras como la Avenida Caracas, el Parque Nacional, la recuperación de los Cerros Orientales, el Parkway, entre otras muchas, hacen parte del legado que este "visionario" le aportó a la ciudad y al país.
Medellín también acogió en su modelo urbano las propuestas de Brunner y Manizales lo invitó a trabajar en el "Plano Futuro" de la ciudad, síntesis del cual expuso ante el Honorable Concejo Municipal en la conferencia magistral del año de 1940; esta visión de hace 73 años goza en sus aspectos fundamentales de indiscutible actualidad, concibió lo que consideró "la nueva ciudad" a partir de incorporar al diseño urbano la enorme riqueza ambiental y paisajística, protagonista sobresaliente de nuestra geografía andina; ponderó el ánimo vanguardista de la dirigencia política y de la sociedad que enfrentó la reconstrucción del sector centro luego de los devastadores incendios de los años 25 y 26 construyendo una ciudad moderna, presidida por los palacios de gobierno de la administración pública, "unos edificios modernísimos de refinado gusto", el parque de Fundadores y los demás parques "por cierto no muy numerosos pero bellos y bien tenidos", (a la sazón Manizales contaba con sesenta mil habitantes, hoy con cuatrocientos mil sigue teniendo los mismos parques en el área central de la ciudad, aunque mutilados y mal tenidos), la Avenida Santander, las escuelas, los colegios e institutos, el gran jardín infantil, capítulo especial le mereció el Cementerio de San Esteban dado que su refinamiento le evocaba los campo santos italianos de Milán y Génova, entre muchos otros atributos de la Manizales de ayer, buena parte de los cuales por desidia o por ignorancia, han sucumbido a lo que equivocadamente llamamos progreso, pero que en realidad responden a coletazos de una sociedad premoderna y rural que se debate inconsciente entre las glorias pretéritas o en la decisión, ya inaplazable, de construir el futuro.
Proponía deslindarse de la "retícula española" impuesta por Carlos V a sus colonias de ultramar, concepto urbano que adoptaron los colonizadores antioqueños para las ciudades que como Manizales, fundaron a mediados del siglo XIX; en su defecto recomendó diseñar las nuevas urbanizaciones como respuesta a la geografía circundante, es decir que las vías no se proyectasen de manera rectilínea sino siguiendo las sugerencias de la topografía, para ilustrar su propuesta puso como ejemplo el trazo de las carreteras. Las nuevas urbanizaciones, dijo, deben diseñarse en modelos concéntricos o mediante sistemas escalonados con terrazas superpuestas, "todas en estilo paisajista", para ello puso de presente las urbanizaciones que han ido perfeccionándose en California, Estados Unidos; insistió en la "formación de un organismo urbano perfecto" con "el aporte decisivo de la naturaleza": los terrenos no aptos para la construcción por lo agreste de su geografía o por la presencia de cuencas hídricas los consideró oportunidades excepcionales para crear sitios de recreo, incluso propuso represar algunas de estas cuencas para convertirlas en grandes lagos "como en distintas ciudades de Europa"; también habló de la responsabilidad económica de los propietarios de terrenos en la financiación de las obras públicas, un anticipo de la ley que hoy rige la planeación de los territorios urbanos en Colombia.
Sobre la movilidad instó a desviar el tráfico de carga de la Avenida Santander mediante la construcción de vías paralelas al norte de la ciudad y propuso para vencer las grandes diferencias de altura presentes en el suelo de la ciudad utilizar ascensores urbanos como ya existían en Lisboa, o los emblemáticos de Valparaíso: sobre rieles paralelos al terreno, cuya tracción responde a un principio físico sencillo y eficaz consistente en llenar de agua sendos tanques ubicados en cada uno de los carros que componen el sistema cuando se encuentran en su posición alta, para que durante la bajada el sobrepeso haga subir el otro carro. Un medio de transporte que junto con sus demás atributos mereció que la ciudad obtuviese de la UNESCO en el año de 2003, el reconocimiento oficial y universal de declararla patrimonio de la humanidad.
Pero la urbe de los cables aéreos, las óperas de Verdi y los jardineros chinos sucumbió en su propia desidia al trastocar el rumbo que se había trazado, dicho coloquialmente: matamos el tigre y nos asustamos con el cuero y que hoy reclama angustiada soluciones urgentes para alcanzar el bienestar de su gente en el espacio público de la ciudad.
"El planeamiento urbano y la reforma de los defectos existentes tiende a mejorar la situación de todas las clase sociales, a facilitar todas las actividades industriales y comerciales y la circulación local e interurbana, factor importante para su desarrollo sin estorbos; procura conservar la hermosura del paisaje, y despejar el deporte de la naturaleza, hoy desfigurado o descuidado, para que su belleza insuperable resalte a la obra humana; y si no miramos las cosas solo en su aspecto exterior, tenemos que admitir que la preocupación por la ciudad ordenada, cómoda y bella es síntoma directo de su cultura.
Es por esto por lo que Manizales solo conquistará definitivamente una alta categoría urbana como ciudad floreciente e intelectual, si un plano bien meditado, amplio y completo económica y artísticamente concebido le indica todos los derroteros para llegar a este fin".
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