Andrés Hurtado


Höfn, "el puerto", no llega a los 3.000 habitantes, pero es una ciudad importante y sobre todo puntal en la industria pesquera; hay una gran factoría a la orilla del fiordo. Llegamos en un día frío y nublado. Aún así, el paisaje me pareció bellamente desolado o, mejor aún, desoladamente bello. En este punto se inician los fiordos, esas bellas entrantes del mar en la tierra y que se encuentran en todo el oriente y el norte del país. Estos accidentes geográficos le dan al país, como ya lo dije, el aspecto de un queso mordisqueado por los ratones. En Höfn nos alojamos en la guesthouse Asgardur, confortable hotelito frente al puerto.
Todavía seguimos un tramo por la Ring Road a la orilla del mar. En esta parte el espacio entre montaña y mar es estrecho y han instalado varias factorías de piscicultura. Al llegar al Breidafordur decidimos hacer el atajo, que todos hacen. En vez de continuar por la orilla del mar por la carretera que entra y sale siguiendo las sinuosidades de los fiordos, (fordur en islandés), lo que nos hubiera llevado mucho tiempo, nos metimos por una carretera secundaria llamada Oxi, que más adelante vuelve a salir a la principal y que desde ahí ya no sigue las curvas de los fiordos sino que se adentra un poco en la isla. Estamos ya en el oriente.
La carretera sube a una meseta, inmensa, de vistas infinitas; de las montañas que la orlan bajan cascadas hermosas; así llegamos a la ciudad "grande" ubicada más al oriente del país y que se llama Egilsstadir. También es pequeña y su importancia le viene por ser la ciudad más grande del oriente y porque a su puerto llegan los ferrys procedentes de Dinamarca. Mucho me hubiera gustado visitar los numerosos fiordos de esta parte del país. Dicen los guías y las guías escritas que casi nadie los visita, pero cuentan que son de impresionante y de desolada belleza. Los describen como solitarios, silenciosos, solemnes y salvajes. Si no puedo visitarlos en esta, mi vida terrenal, iré a ellos en mi próxima encarnación. ¿Será?
Por ejemplo me hubiera gustado mucho visitar el fiordo llamado Raydarfjördur, por tres razones. Primera, porque dicen que es el fiordo más largo, el mar entra casi 30 kilómetros; segunda, porque allí establecieron los aliados una base durante la Segunda Guerra Mundial y la tercera porque me dicen que la caída de las montañas al mar es espectacular.
La travesía de esta alta meseta fue larga y para mí muy grata; no, esa no es la palabra. ¿Cómo decirlo exactamente? Fue de hondo calado espiritual, porque la suprema desolación, el absoluto silencio y la ausencia de "civilización o progreso" (ojo, que van entre comillas), en un larguísimo trayecto, circunstancias estas que han marcado mucho mi vida, me hundieron en elevados pensamientos sobre la Tierra, su destino y el nuestro en ella. Esta zona desértica que estamos atravesando se llama Jökulsdalsheidi y estamos en los dominios del Parque Nacional Jökulsargljufur. (¡Vaya nombrecito!). El nombre significa "Cañón del río glaciar".
Ya estamos en el nororiente de Islandia. Dijimos que el mayor glaciar del país, el Vatnajökull, lanza ríos en todas direcciones, especialmente hacia el sur. El segundo río de la isla nace en el citado glaciar y corre hacia el norte y cae al mar en el fiordo de Öxarfjördur. El río se llama simplemente Jökulsa á Fjöllum y corre por un cañón de más de 30 kilómetros de longitud y forma la impresionante cascada de Dettifoss.
Después de Navidad y Año Nuevo volveremos a nuestro relato. Por hoy nos quedamos en la más caudalosa cascada de Islandia. A los fieles lectores y a los otros les deseo unas fiestas "bañadas" de paz y amor a la naturaleza.
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